Tercer Domingo de Cuaresma- 23.03.2025
Pastor Enzo Pellini
Lucas 13:1-9
13 En ese momento estaban allí algunos que le contaron a Jesús el caso de los galileos cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios que ellos ofrecían. 2 Jesús les dijo: «¿Y creen ustedes que esos galileos eran más pecadores que el resto de los galileos, sólo porque padecieron así? 3 ¡Pues yo les digo que no! Y si ustedes no se arrepienten, también morirán como ellos. 4 Y en el caso de los dieciocho, que murieron aplastados al derrumbarse la torre de Siloé, ¿creen ustedes que ellos eran más culpables que el resto de los habitantes de Jerusalén? 5 ¡Pues yo les digo que no! Y si ustedes no se arrepienten, también morirán como ellos.»
Parábola de la higuera estéril
6 También les dijo esta parábola: «Un hombre había plantado una higuera en su viña, y cuando fue a buscar higos en ella no encontró ninguno. 7 Entonces le dijo al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar higos en esta higuera, y nunca encuentro uno solo. ¡Córtala, para que no se desaproveche también la tierra!” 8 Pero el viñador le dijo: “Señor, déjala todavía un año más, hasta que yo le afloje la tierra y la abone. 9 Si da fruto, qué bueno. Y si no, córtala entonces.”»
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Cuando llegué a Canadá, tuve mi entrevista con la iglesia, en la cual de alguna manera querían hacer conmigo una especie de revalidación del título, como lo hacen las empresas y otras profesiones. Es una sana costumbre en Canadá, para evaluar el nivel de los conocimientos. Aunque yo académicamente no lo necesitaba. Lo tomé más bien como una adaptación a un nuevo país, una realidad distinta. Así que tuve que someterme a seis semanas de práctica, lectura y entrevistas.
Una de las personas, del comité examinador, un laico, me planteó lo siguiente: “A mí me pasa, y a veces pasa, que no tengo ganas de ir a la iglesia. ¿Cómo le respondería a una persona con esa inquietud?” Pensé por un momento qué respuesta esperaba esta mujer y cuáles de las diversas respuestas que podía ofrecerle serían las más adecuadas. En ese instante, pensé: ¿Qué me dice la Biblia al respecto? Fue la respuesta más sencilla, pero no necesariamente la más políticamente correcta para mi situación, que podría perjudicarme en este proceso. Sin embargo, no me importó y le dije que el tercer mandamiento dice: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo.” A partir de ahí, cada uno puede sacar sus propias conclusiones. Nadie está obligado a ir a la iglesia, pero podemos ver que ser parte de la iglesia nos trae bendición a nuestra vida, y es por eso que vamos. Es una elección sobre el tipo de calidad de vida que queremos tener. Y eso nos motiva a ir. Pues decimos que tenemos una relación con Dios y queremos adorarle y agradecerle semanalmente con los demás creyentes, así lo declaramos en nuestro Credo todos los domingos: Creo en la comunión de los santos. No sé si le gustó mi respuesta, pero así fue como le contesté.
Hoy se nos presenta nuevamente, en este tiempo de Cuaresma, la pregunta: ¿Cuál es nuestra posición frente a Dios? ¿En qué lugar ponemos nuestra relación con Jesús y Su iglesia en nuestra vida diaria? ¿En qué estado está nuestra vida espiritual? ¿Necesitamos una conversión, es decir, comenzar a vivir una nueva vida en Dios? ¿O necesitamos solo revitalizar nuestra relación con Jesús? Eso es algo que cada uno de nosotros puede saber mejor y responder.
Una buena pregunta esta mañana para determinar si estamos en el camino de Dios, con Dios y para Dios es: ¿Cómo comenzamos el día a día? ¿Lo empezamos poniendo a Dios en primer lugar, comenzamos el día con una oración? Aunque esto pueda parecer insignificante y trivial en medio de todo nuestro día, es lo que nos da la pauta para entender en qué nivel de relación y compromiso nos encontramos con Dios.
I. La fragilidad de la vida: No la desperdiciemos
La lectura del evangelio nos muestra que Jesús también se preocupaba por nuestra relación con Dios. La gente, aterrada por los acontecimientos, no tenía la paz necesaria para construir una buena relación con Dios a través de Él. Estaban llenos de preocupaciones por las malas noticias de la vida, incluso sin tener televisor, y se lamentaban, preguntándose por qué ocurren las cosas malas. Hoy en día, muchas personas no tienen un solo día de paz debido a todas las noticias que llegan de los noticieros. Se preguntan dónde está Dios frente a todas las tragedias, e incluso llegan a cuestionar la existencia de Dios, perdiendo la fe y alejándose de Él y de la iglesia.
Este tipo de preguntas no son nuevas. Jesús nos cuenta dos tragedias: una masacre de galileos y un accidente con una torre que mató a 18 personas. La gente pensaba que esos que murieron debían haber sido más pecadores que los demás, pero Jesús les responde con un mensaje contundente: “Si no se convierten, todos perecerán de la misma manera” (Lucas 13:3,5).
Este mensaje nos recuerda la fragilidad de la vida. No sabemos cuánto tiempo tenemos aquí en la tierra. La vida es breve y, como cristianos, no debemos esperar a mañana para acercarnos a Dios. Jesús nos llama a vivir en arrepentimiento y transformación hoy, no mañana.
En tiempos de tanta información, como los que vivimos ahora, podemos quedarnos atrapados en el sufrimiento ajeno sin reconocer que todo lo que vivimos, buenas o malas noticias, son una llamada a la reflexión. Las tragedias no son solo hechos a entender, sino oportunidades para volvernos a Dios, para revisar nuestra vida y valorar lo que verdaderamente importa. La Cuaresma nos invita a hacer este examen, a revisar qué estamos haciendo con el tiempo que Dios nos ha dado.
II. Dios nos da tiempo para cambiar
Jesús, a través de la parábola de la higuera estéril, nos muestra cómo Dios, en su paciencia, nos da tiempo para cambiar y dar frutos. El dueño de la viña quería cortar la higuera que no daba fruto, pero el viñador le pide un año más para cuidarla y darle la oportunidad de cambiar. Este viñador es Cristo mismo, quien intercede por nosotros, dándonos tiempo para que cambiemos, para que crezcamos, para que nos acerquemos a Él.
La Cuaresma es un tiempo especial en el que Dios nos da la oportunidad de ser transformados. Nos da tiempo para examinar nuestras vidas, para cavar en lo profundo de nuestro ser y remover lo que nos impide dar frutos. Pero, como en la parábola, no hay garantía de que siempre tendremos tiempo. Dios es paciente, pero su paciencia tiene un límite, y ese límite lo marca el tiempo que tenemos en esta vida.
III. Hoy como ayer Jesús nos llama al arrepentimiento: A un cambio de vida
El arrepentimiento significa un cambio de dirección. Jesús nos invita a dar frutos de arrepentimiento, es decir, vivir de una manera que refleje un verdadero cambio interior. El verdadero arrepentimiento produce frutos de amor, justicia y fe.
- Frutos de amor: Amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Vivir una vida de paciencia, generosidad y compasión.
- Frutos de justicia: Vivir con integridad, buscar lo que es correcto, y defender a los más débiles.
- Frutos de fe: Confiar en Dios, crecer en nuestra relación con Él y compartir nuestra fe con los demás.
Jesús dice en Juan 15:5: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ese da mucho fruto”. Nuestra vida solo tiene sentido cuando estamos conectados con Cristo. En este tiempo de Cuaresma, es el momento para revisar si estamos dando los frutos que Dios espera de nosotros.
IV. El Tiempo de Gracia: Preparándonos para la Eternidad
No sabemos cuánto tiempo nos queda en la tierra, pero sí sabemos que la eternidad es nuestro destino. La gran fiesta que Dios ha preparado para nosotros, el cielo, es la razón por la cual debemos aprovechar este tiempo para prepararnos.
Es fácil caer en la tentación de pensar que tenemos todo el tiempo del mundo, pero la realidad es que la vida es incierta. Si hoy supiéramos que es nuestro último día, ¿qué cambiaríamos en nuestra vida? Jesús nos invita a no esperar más, a vivir con Él ahora, a prepararnos para el evento eterno que Él tiene preparado para nosotros.
La vida es breve y frágil, y Dios nos da tiempo para arrepentirnos y cambiar. La Cuaresma es una oportunidad única para reflexionar, renovar nuestra relación con Él y vivir transformados. Jesús nos llama a convertirnos y dar frutos de amor, justicia y fe. No dejemos pasar este tiempo de gracia; aprovechemos la oportunidad para prepararnos para la eternidad que Él ha preparado para nosotros. Amen.
