Verdadera entrega


Sermón para el 5to domingo de Cuaresma-
Rev. Enzo Pellini
Juan 12:1-8
Seis días antes de la pascua, Jesús fue a Betania, donde vivía Lázaro, el que había estado muerto y a quien Jesús había resucitado de los muertos. 2 Allí le ofrecieron una cena, y Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados con él a la mesa. 3 Entonces María tomó unos trescientos gramos de perfume de nardo puro, que era muy caro, y con él ungió los pies de Jesús, y con sus cabellos los enjugó. Y la casa se llenó con el olor del perfume. 4 Y dijo Judas Iscariote hijo de Simón, que era uno de sus discípulos y el que más tarde lo entregaría: 5 «¿Por qué no se vendió este perfume por trescientos denarios, y se les dio a los pobres?» 6 Pero no dijo esto porque se preocupara por los pobres, sino porque era un ladrón y, como tenía la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. 7 Entonces Jesús le dijo: «Déjala tranquila, que ha guardado esto para el día de mi sepultura. 8 A los pobres siempre los tendrán entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán.»

El Evangelio para el día de hoy nos muestra cuán importante es poder imitar una forma de agradecimiento y amor a Cristo ejemplares como el que mostró María de Betania.

Nuestra tradición nos invita a recordar la pasión y la resurrección de Jesús en este tiempo que llamamos Cuaresma y semana santa. Hoy se nos invita a comprender y valorar la obra realizada por Cristo en la cruz. Muchos no tenemos cabal consciencia de lo grandioso de esto. Sólo el Espíritu Santo puede darnos verdadera comprensión de lo que significa que Jesús haya muerto en la cruz por nosotros. Aunque si no podemos entenderlo cabalmente no importa, lo más importante es que podamos decir: – “Gracias Señor por tu obra redentora en la cruz y gracias por permitirme creer en ti como el Hijo de Dios, resucitado y presente en mi vida. Te adoro y te alabo por ello”. De eso se trata cada vez que queremos celebrar el tiempo de Cuaresma, queremos valorar la obra redentora de Cristo en la cruz y poder enseñar con el evangelio y nuestro testimonio de fe a los demás lo que él hizo, e invitarles a creer en El para que ellos también puedan alcanzar la salvación.

María de Betania, si ustedes recuerdan, era aquella que se sentaba cerca de Jesús y quería escuchar su palabra cada vez que él llegaba a la casa. Quizás se acuerden de la historia de María y Marta. Marta era la hacendosa hermana que quería servir a Jesús con su comida y María con su atención. María era la hermana de Lázaro, el hombre que Jesús había resucitado. Y se encontraban allí en la casa de los tres hermanos también probablemente los doce discípulos porque se menciona que allí se encontraba Judas quien después traicionaría a Jesús.

Cuando leemos rápidamente esta historia puede que no nos toque demasiado, una mujer que derrama un perfume caro sobre los pies de Jesús, qué hermoso gesto, quizás no sintamos la dimensión de esto. Es por eso que me gustaría dar algunos datos más. El nardo crece entre los 3.000 y los 5.000 metros de altitud en el Himalaya del Nepal, así como al norte de la India y en China. Se necesitan 70 plantas para extraer de las raíces una pequeña cantidad de perfume. Los hindúes lo utilizaban como aceite medicinal y para perfumar. Poseer perfumes puros como el nardo era una manera de inversión en aquellos días. Recordemos que en aquel entonces no había bancos como hoy en día, ni sofisticadas cajas fuertes y una manera de invertir o ahorrar dinero era por medio de otros bienes como telas, perfumes y para los más ricos monedas de plata y oro. Es seguro que este perfume habrá provenido de los ahorros de María. Dice en la Biblia que esa cantidad que derramó valía 300 denarios. El denario era una moneda romana. Utilizaban la moneda de uso corriente en aquellos días, como hoy podríamos usar los dólares estadounidenses, por ejemplo, era una moneda de cambio común. Un denario equivalía a la paga de un jornalero por día de trabajo. Un jornalero trabajaba durante todo el día romano que, iba de sol a sol desde las 6 de la mañana hasta las 6 de la tarde. Si convertiríamos esto al valor de un denario, hoy en día, en Canadá, podríamos decir que es el equivalente a $120 CAD, si sólo calculamos una jornada de 8 horas. Esto nos dice que 300 denarios son $36,000 CAD. Ese era el valor del perfume que derramó María.
María derramó a manera de ofrenda u homenaje estos trescientos gramos de perfume sobre los pies de Jesús.

¿Por qué perfume? ¿Por qué nos ponemos perfume tanto hombres como mujeres? ¿Cuál es el sentido de esto? ¿O por qué usamos fragancias, desodorantes de ambiente o sahumerios para dar un olor agradable a nuestras viviendas? Porque el olfato al igual que los otros cinco sentidos también es un aspecto importante de nuestra vida. Queremos que lo que los otros huelan de nosotros sea agradable. El buen olor o fragancia denota belleza, limpieza y por lo tanto atractivo. De la misma manera los olores agradables denotan pureza, hermosura y sentimiento de placer, paz y felicidad. Estos sentimientos también se reflejan por medio de nuestro sentido del olfato. Los olores agradables que desprenden los perfumes y esencias son apreciados y valorados pues nos hacen sentir bien y nos dan felicidad.
Es por eso que cuanto más duraderos, fuertes y agradables al olfato son los perfumes son más apreciados y costosos. Hay perfumes tan caros hoy en día en que un frasco puede costar hasta más de $5000 CAD.

El frasco de perfume que vertió María representaba no sólo sus ahorros o su dinero, sino parte de su vida, su entrega total a Dios. Para mostrar una verdadera adoración y alabanza ese frasco debía ser vertido o donado para Dios. Esta mujer que derrama todos sus valores en un instante quiere mostrar su entrega y su total confianza hacia Jesús. No sabemos si ella fue consciente de que de alguna forma esta unción preparó a Jesús para su funeral, como cuando los hebreos preparaban un cadáver para la tumba. Pero sin saberlo también cumplió este propósito y así lo aclaró Jesús.

Jesús no niega la posibilidad de dar generosamente, sea dinero o bienes para su obra, para la misión, para su iglesia, para honrarlo a él, siempre y cuando eso provenga de un corazón amoroso, agradecido y sincero. Es muy probable que la persona que da mucho para Dios, también sea generosa en todos los sentidos, y esté dando también para las personas necesitadas. A eso se refirió Jesús cuando le contestó al deshonesto Judas: A los pobres siempre los tendrán entre ustedes, pero a mí no siempre me tendrán. Siempre podemos ayudar a los necesitados, y somos desafiados a hacerlo, pero también Jesús quiere ver qué tipo de entrega y adoración que le estamos mostrando a él. Él quiere ver cómo es nuestro corazón. Cada vez que Jesús nos mira, está mirando la autenticidad de nuestro corazón, nuestro interior y cuan honestos somos delante de él aunque nadie nos esté mirando. Eso es lo más importante.

De María de Betania podemos sacar una lección para nosotros hoy. A Jesús lo que más le interesa es si de veras nos hemos entregado a él. Eso es lo más importante que él nos dice hoy a partir de esta historia. Las personas que puedan tener un corazón sincero y abierto a Jesús, serán capaces de amarlo y darle todo para él y su iglesia. A Jesús no le interesa lo que estemos mostrando a los demás de cómo somos, sino lo que desde nuestro interior le mostremos a él lo qué somos.

En esta Cuaresma, Dios nos invita a ser sinceros con él. A hacer un balance si de veras estamos entregados a él como a él le gustaría. Los valores de Cristo muchas veces van a trasmano de los valores de la sociedad y de lo que la sociedad considera lógico, racional y sensato. La historia del día de nos lo muestra. ¿De qué manera podemos nosotros amar a Dios con autenticidad imitando el testimonio de María? El tiempo de Cuaresma bien puede ser un tiempo de un reencuentro con Jesús y de desafío a dejar aquellas cosas que no necesariamente son las que Jesús busca de nosotros. Él está esperando un cambio en nosotros. De la misma manera que el apóstol Pablo nos dice en Flp 3:7 Pero todo lo que para mí era ganancia, lo he estimado como pérdida, por amor de Cristo. Dios espera nuestra ofrenda, pero no sólo de cosas materiales sino la ofrenda completa y viva de todo nuestro ser a él y de poder seguirle con autenticidad. En eso radica el desafío de poder ser agradecidos a Cristo por su obra en la cruz y así amar a Dios.
Amen

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