Viviendo en la Libertad de Cristo en el Año 2024

Sermón para el dia de Año Viejo- 12.31.2023

Rev. Enzo Pellini

Gálatas 4:4-7

4 Pero cuando se cumplió el plazo, Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, 5 para rescatar a los que estaban bajo la Ley, a fin de que fuéramos adoptados como hijos. 6 Ustedes ya son hijos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: «¡Abba! ¡Padre!». 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero.

Reciban Uds., bendiciones y paz de parte de Dios el que era el que es y el que ha de venir. Amen

Hoy es el último día y, al mismo tiempo, el último domingo del año 2023. Un año que no volverá jamás. Aunque sepamos que entre 2023 y 2024 no hay ninguna diferencia, para nosotros hoy marca un punto de cambio. Hay muchas cosas en las que pensamos, como cómo será el nuevo año, el nuevo período de 12 meses que llamaremos 2024. ¿Cómo nos irá? ¿Nos irá bien o nos irá mal? ¿Qué diferencia habrá para nosotros, que somos cristianos y seguidores de Jesucristo? Para nosotros, que queremos confiar en Cristo, también a partir de este nuevo período.

Consideremos las decisiones de Año Nuevo, que casi siempre fracasan. Robert Maurer, en su libro “Un pequeño paso”, libro que recomiendo, dice: “El promedio de estadounidenses se proponen el mismo propósito durante diez años seguidos, sin tener éxito. En los cuatro meses siguientes, el 25 por ciento de las decisiones tomadas se abandonan. Y aquellos que tienen éxito en mantener lo que han resuelto, habitualmente lo hacen después de haber roto cinco o seis veces las promesas anuales.”

¿Cuáles son tus decisiones de Año Nuevo? Te digo, según este libro, 3 personas de cada 10 abandonan en los cuatro meses. ¿Por qué? Porque se exigen demasiado de golpe. El cerebro no está preparado para cambios drásticos. El cerebro envía una orden al cuerpo para que proteja el cuerpo. Cambio drástico para el cerebro es interpretado como peligro. Entonces, hay que saber cómo engañar al cerebro, y de eso trata el libro.

Y lo mismo pasa con nuestra vida cristiana. Seguramente, muchos de nosotros queremos comenzar a vivir una verdadera vida en Cristo. O bien, queremos decir que deseamos que en este año Dios nos bendiga, o simplemente anhelamos que nos vaya bien en este año. ¿De qué manera Dios puede bendecirnos en este nuevo año? Solo si tenemos una buena relación con Dios. Si estamos verdaderamente en comunión con él. Pero, ¿cómo lograr la comunión si siempre fallo, no logro cumplir con sus mandamientos?

Y sucede en nuestra vida cristiana casi como con las decisiones de Año Nuevo. No somos capaces de cumplir cabalmente con los mandamientos de Dios. Entonces, ¿cuál es la solución para tener una verdadera comunión con Dios de forma que él pueda verdaderamente bendecirnos en 2024? Y sucede casi como lo que plantea este libro, solo por medio de pequeños pasos.

El primer pequeño gran paso que tenemos que dar es entregar nuestra vida a Cristo por medio de una decisión espiritual. Decirle a él en verdad: “Señor, quiero comenzar a vivir mi vida en 2024 realmente creyendo y confiando en ti. Quiero creer en ti y quiero entregar mi vida a ti.” Es una decisión del corazón. También sé que no puedo confiar al 100%, aunque me lo proponga. Sé que no puedo cumplir al 100% tus mandamientos, aunque me lo proponga. Pero tú me dices que me sienta libre, no esclavo de tus leyes, sino libre porque no necesito ser perfecto para alcanzar la salvación. Lo que sí necesito es ser honesto y humilde, reconocer mis pecados, mi vulnerabilidad, mis fallas y, aunque con la intención sincera de vivir mi vida según tu voluntad, admitir que solo no puedo seguir.

De eso se trata vivir en una relación familiar con Dios. No como el amo al esclavo, sino como el padre al hijo, o la madre al hijo. Hoy el apóstol nos trae una interesante comparación con la palabra “Abba”, así llamaba Jesús a su Padre, Abba. ¿Qué significa Abba?  Es papá. ¿Cómo llaman ustedes a sus padres o los llamaban? Si no han tenido una buena relación con su padre, podemos imaginarnos con su madre que, para los fines de la ilustración, es lo mismo. Yo suelo llamarlo todavía “Papi”, y a mi madre “Mami”. Mis hijos no me dicen Enzo, me llaman “Papi”. ¿Por qué? Porque es una manera cariñosa de llamar al padre, o mami a la madre, que demuestra una relación de afecto y confianza. De la misma manera, si podemos llamar así a nuestro Dios como a nuestros padres o madres, eso significa que tenemos una verdadera relación afectiva, amorosa y de confianza. Dios no es un amo de esclavo, sino alguien con quien tenemos una relación o comunión. Eso significa que Dios está a nuestro lado, podemos hablar con él y confiar en él. ¿Por qué podemos confiar? Porque se ha originado una relación de intimidad. Dios es nuestro amigo, más allá de nuestras imperfecciones. Dios sabe de nuestras fallas, de nuestros pecados, pero aún así nos entiende, nos perdona y nos da nuevas fuerzas para continuar. De eso se trata, como he estado predicando muchas veces durante este año, de comenzar a tener una verdadera relación basada en nuestra honestidad y sinceridad con Dios.

“Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y como eres hijo, Dios te ha hecho también heredero.” El apóstol Pablo está explicando que, a través de la fe en Jesucristo, las personas dejan de ser esclavos de la ley y se convierten en hijos de Dios, herederos de sus promesas y bendiciones. Este mensaje resalta la importancia de la relación personal con Dios basada en la gracia y el amor, en contraste con vivir bajo el régimen de la ley. Antes de la llegada de Cristo, todas las personas para ser fieles creyentes tenían que cumplir con las leyes de Moisés que hoy forman parte de nuestro Antiguo Testamento. La única manera de poder considerarse un verdadero hijo de Dios fiel y con posibilidades de obtener la vida eterna era cumplir verazmente la ley, especialmente los Diez Mandamientos. Es decir, cuanto más cumplidores, fieles o santos éramos, más nos amaría Dios y recibiríamos todo lo que él promete. Cuanto menos cumpliéramos la ley, entonces menos posibilidades habría de que Dios nos amara y de que obtuviéramos la salvación.

Lo diferente que trajo Cristo es que Dios nos salva por nuestra fe y entrega en él, principalmente, no por nuestros méritos, sacrificios u óptimo cumplimiento de los mandamientos. Jesucristo intercedió delante de Dios, asumió los pecados del mundo para que Dios Padre tuviera piedad de la humanidad. La única condición que nos pide es amar a Cristo, aceptar que él es el Hijo de Dios y que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. Ese es el mensaje de la buena noticia que hablábamos el domingo pasado de Nochebuena. Y eso es lo que nos liberará completamente. Y eso también, si es el caso, si hay gente que todavía no lo sabe, lo que nos liberará para poder vivir un año 2024 libres, ya no más esclavizados al cumplimiento de la ley, sino libres porque sabemos que Dios nos ama, simplemente porque él es bueno y quiere regalarnos la salvación. No tenemos que hacer un sacrificio especial ni esfuerzos sobrehumanos para alcanzar su amor y obtener la salvación; la única condición, no obstante, como dije, es aceptar creer en él y entregar nuestra vida a él.

Ahora, consideremos cómo este mensaje de libertad y nueva vida se relaciona con las decisiones de Año Nuevo que a menudo tomamos. Al igual que reconocemos nuestra incapacidad para cumplir completamente con la ley, también enfrentamos la realidad de nuestras resoluciones de Año Nuevo que a veces fallan. La autosuficiencia nos lleva a establecer expectativas poco realistas, resultando en frustración y desilusión. Dios nos pide hoy que dejemos de considerarnos autosuficientes y que pongamos toda nuestra confianza en él. Que pongamos todo el año 2024 con todos los miedos, inseguridades y pesares que pueda generarnos y entreguemos nuestra vida a él para que él haga. Somos sus hijos y, como hijos, quiere cuidarnos durante todo este año conforme a nuestra entrega a él. Martin Lutero afirmó: “El cuidado y el esfuerzo no van en contra de la fe, pero la preocupación va en contra de Dios”.

Que Dios nos dé, en este sentido, un año maravilloso y fructífero, en los términos de Dios. Y podamos realmente tener éxito en nuestras decisiones de Año Nuevo 2024 de tener una verdadera comunión con él. De esa relación dependerá la calidad del nuevo año 2024.

Que la gracia y la paz de nuestro Señor Jesucristo estén con ustedes en este nuevo año.

En el nombre de Jesús, Amen.

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