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El Lamento de Jesús: Un Llamado a la Conversión

Sermón
16 de marzo de 2025
Rev. Enzo Pellini
Lucas 13:31-35

31 En ese momento se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron:
—Sal de aquí y vete a otro lugar, porque Herodes quiere matarte.
32 Él contestó:
—Vayan y díganle a ese zorro: “Mira, hoy y mañana seguiré expulsando demonios y sanando a la gente. Al tercer día terminaré lo que debo hacer”.
33 Pero tengo que seguir adelante hoy, mañana y pasado mañana, porque no puede ser que muera un profeta fuera de Jerusalén.
34 »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!
35 Pues bien, la casa de ustedes va a quedar abandonada. Y les advierto que ya no volverán a verme hasta que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”


En este segundo domingo de Cuaresma, las lecturas nos invitan a reflexionar sobre el camino hacia la salvación y el llamado a la conversión. Hoy, el Evangelio según San Lucas 13:31-35 nos presenta un momento profundamente emotivo en la vida de Jesús, un lamento por la ciudad de Jerusalén, que resuena en cada uno de nosotros como un llamado urgente a reflexionar sobre nuestra propia relación con Dios y nuestra disposición a aceptar su protección y su amor.

Mucho se ha dicho acerca de esta lectura. Algunos piensan que el pueblo de Israel acarreó una maldición sobre su historia por haber rechazado a Jesús, y que los conflictos y las dificultades que hoy enfrenta son consecuencia de ese rechazo. No lo sabemos con certeza, pero lo que es claro es que todos los primeros cristianos eran judíos. Dios no se fija en una raza o un pueblo en particular, sino que es fiel a quienes lo aceptan y lo siguen. Además, los conflictos, las guerras y el odio han existido en todas partes del mundo a lo largo de la historia.

Hoy, se nos recuerda la importancia de refugiarnos bajo las alas de esa gallina que personifica a Jesús, y sus polluelos somos cada uno de nosotros, los que creemos en Él. Somos los que nos cobijamos en su iglesia, poniendo en primer lugar la comunidad de los creyentes en nuestras vidas y reconociendo la Palabra de Dios como autoridad sobre nuestras decisiones.

¿Creen ustedes que hay una diferencia entre aquellos que no creen en Jesús y rechazan su iglesia, y los que sí lo hacen? Claro que sí. Es como comparar la vida de un pollito bajo las alas de su madre gallina con la vida de aquellos que deciden vivir desamparados, sin la protección de ella. No debemos sorprendernos de las consecuencias de una vida sin adoración a Dios y sin su protección. Muchas veces, cuando atravesamos problemas, las personas se quejan y vociferan: “¿Dónde está Dios?” Se preguntan por qué hay desgracias en el mundo, pero hoy este texto nos invita a reflexionar: ¿Acaso estábamos como los pollitos, bajo la protección de las alas de la gallina? ¿Reconocían los pollitos a su madre gallina?

Siguiendo esta comparación, ¿reconocemos a Cristo como nuestro Señor? ¿Nos amparamos en la iglesia de Cristo para nuestra propia protección y bien, o nos burlamos de la Palabra de Dios, la rechazamos y rechazamos a Cristo mismo?

Cuando las personas deciden firmemente aceptar a Cristo y comenzar a vivir una vida de fe y confianza en Dios, amparados por sus brazos protectores, eso es lo que llamamos conversión. Es difícil pensar en personas que no toman esta decisión y creer que verdaderamente han experimentado una conversión. En esta Cuaresma, se nos llama precisamente a la conversión, a esos pollitos que deben regresar bajo el cuidado de las alas de la madre gallina.

El Lamento de Jesús: “¡Jerusalén, Jerusalén!” (Lucas 13:31-35)
En el Evangelio de hoy, algunos fariseos advierten a Jesús que Herodes lo quiere matar. Jesús responde con un mensaje de determinación y lamento: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados!” Esta no es una simple queja; es un grito de dolor por la dureza de corazón de la ciudad que representa al pueblo elegido. Jesús lamenta la resistencia constante de Jerusalén, que, a pesar de recibir tantos mensajeros de parte de Dios, no los ha escuchado.
La imagen que Jesús utiliza, comparando a Jerusalén con una madre gallina que intenta reunir a sus polluelos bajo sus alas, es sumamente tierna, pero también desgarradora. Jesús, en su amor y compasión, desea reunir a su pueblo, ofrecerles refugio y seguridad bajo su protección, como una gallina cuida de sus polluelos. Sin embargo, el lamento de Jesús revela que, a pesar de su deseo, “no quisiste”; el pueblo de Jerusalén rechaza la salvación que Él ofrece.
Este rechazo no es solo un asunto del pasado. A través de esta imagen, Jesús también nos habla a nosotros hoy. Nos invita a preguntarnos: ¿Estamos dispuestos a abrir nuestro corazón y permitirle a Él cobijarnos bajo sus alas? ¿O, como Jerusalén, preferimos seguir nuestros propios caminos, rechazando la invitación a la salvación?
El pacto de Dios que experimentó Abrán también se extiende hacia nosotros. Aunque, como Jerusalén, muchas veces nos resistimos a aceptar la protección de Dios, Él sigue ofreciendo su escudo, su refugio, su salvación. Nos llama, al igual que a Abrán, a confiar en su promesa, a no temer, sabiendo que Él está con nosotros en los momentos de dificultad.

La Confianza en la Protección de Dios: “El Señor es mi luz y mi salvación” (Salmo 27)
El Salmo 27 refuerza esta idea de la confianza en la protección de Dios. “El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?” El salmista expresa una confianza profunda en la bondad de Dios, incluso cuando enfrenta peligros y adversidades. Esta confianza es la que Jesús ofrece a Jerusalén y a todos nosotros. En medio del caos, la oscuridad y la adversidad, Dios es nuestra luz y nuestra salvación, y Él quiere brindarnos refugio bajo sus alas, como una gallina cuida a sus polluelos.

El Llamado a la Perseverancia: “Sed imitadores míos” (Filipenses 3:17-4:1)
En Filipenses 3:17-4:1, San Pablo nos exhorta a seguir el ejemplo de aquellos que viven según el llamado de Cristo. Nos anima a ser firmes en nuestra fe y a perseverar en el camino de la salvación, mirando siempre hacia el cielo, nuestra verdadera patria. En este tiempo de Cuaresma, somos invitados a renovar nuestra confianza en Dios y a perseverar en la fe, sabiendo que, como Jerusalén, muchas veces enfrentamos desafíos y tentaciones. Sin embargo, el ejemplo de Jesús y los apóstoles nos anima a mantenernos firmes y seguir adelante, con la certeza de que la victoria final está en Cristo.

Un Llamado a la Conversión y a la Aceptación de la Salvación
Las lecturas de hoy, especialmente el Evangelio, nos llaman a la conversión. Jesús lamenta profundamente el rechazo de Jerusalén, pero, al mismo tiempo, nos ofrece una nueva oportunidad para acercarnos a Él. El tiempo de la Cuaresma es un tiempo de gracia, un tiempo para reflexionar sobre nuestra disposición a aceptar la salvación que Él nos ofrece. Como Abrán confió en las promesas de Dios y el salmista confiaba en su protección, también nosotros somos llamados a confiar plenamente en Dios y a caminar hacia Él con corazones abiertos.
Jesús no fuerza su salvación sobre nosotros; Él nos invita con amor, nos llama a acogernos bajo sus alas de protección. Pero, al igual que Jerusalén, debemos decidir si respondemos a esa invitación. Él lamenta profundamente cuando no le dejamos actuar en nuestras vidas, cuando seguimos nuestro propio camino y rechazamos su amor.

Conclusión: Un Tiempo para Decidir
Hoy, como en el tiempo de Jesús, nos encontramos ante una decisión crucial. La invitación a la salvación sigue siendo ofrecida a todos. Jesús, al igual que en su lamento por Jerusalén, sigue esperando que lo aceptemos, que le dejemos reunirnos bajo sus alas y que caminemos hacia Él con fe y esperanza.

Que esta Cuaresma sea un tiempo de conversión personal, de reflexión sobre nuestra disposición a seguir a Jesús y aceptar su protección. No importa lo que hayamos vivido o las veces que hayamos rechazado a Dios, Él sigue ofreciéndonos su amor y su salvación. Recibamos su invitación con un corazón abierto, con la certeza de que, como dice el salmo, “el Señor es nuestra luz y nuestra salvación”.

Un seguimiento radical que ama a todos

Sermón para el 3er domingo de Pentecostés
Rev. Enzo Pellini

Lucas 9:51-62 (NVI)

51 Como se acercaba el tiempo de que fuera llevado al cielo, Jesús se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén. 52 Envió por delante mensajeros, que entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento; 53 pero allí la gente no quiso recibirlo porque se dirigía a Jerusalén. 54 Cuando los discípulos Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron:
—Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para[a] que los destruya?
55 Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió. 56 Luego siguieron la jornada a otra aldea.
Lo que cuesta seguir a Jesús
57 Iban por el camino cuando alguien le dijo:
—Te seguiré a dondequiera que vayas.
58 —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 A otro le dijo:
—Sígueme.
—Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

60 —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús.

61 Otro afirmó:

—Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia.

62 Jesús le respondió:

—Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.


Seguir a Jesús es el tema para hoy. Y tengo dos preguntas, 1) ¿Cómo se hace para seguir a Jesús, y 2) ¿Cómo sé que estoy efectivamente siguiendo a Jesús? Esperamos poder responder estas dos preguntas al final de este mensaje.

Recuerdo que cuando estudiaba teología en la universidad, había una materia que se llamaba homilética que significa predicación. Una vez uno de los profesores nos dijo que cuando uno predica no hay que dar recetas. Se refería que no teníamos que decirle a nuestra audiencia cuáles son las cosas que debemos de hacer en nuestra vida cristiana. Durante mucho tiempo esto no me gustó, pues pensaba: qué mejor que quien predique pueda guiar a la congregación a partir de la vida con sugerencias prácticas. Aparentemente la idea de este profesor era que debíamos interpretar el texto sucintamente y dejar que cada persona pudiera sacar sus propias conclusiones sobre su aplicación práctica. En cierto sentido me parecía bien, pero también me parecía que para eso cualquiera podría hallar un comentario bíblico y encontrar una explicación acerca de la lectura de la Biblia. Con el tiempo tuve muchos otros profesores en esta misma materia y uno de ellos dijo: ‘Cuando prediques no comentes el texto, sólo predica’. Y predicar significa dar una explicación sencilla y a la vez práctica de lo que significa el texto del domingo para mi vida aquí y ahora. Y eso sí es muy práctico.

¿Qué significa el texto para hoy, para mi vida aquí y ahora?

Dos palabras importantes se desprenden de aquí:
1) Jesús les pide a sus discípulos un seguimiento radical, es decir un seguimiento completo. Y es muy probable que se lo esté pidiendo a cada uno de nosotros también. Queremos ser discípulos de Jesús. Ser discípulos de Jesús y seguirle es una y la misma cosa. Quizás no tengamos las aptitudes para predicar o trabajar directamente en una iglesia, pero sí es seguro que tengas muchos otros talentos más que puedes usar para Dios, y en tu vida de todos los días reflejar tu ser cristiano, aunque tu trabajo no tenga nada que ver con la iglesia. ¿Cuál es la manera de darnos cuenta cómo seguir a Jesús? Que cada cosa que hagamos en nuestras actividades o en nuestro diario vivir todo lo podamos hacer para la gloria de Dios, hacerlo de la mejor manera como una ofrenda a Él y ser agradecidos a Dios por todo lo que somos capaces de hacer. Y que cada cosa que hagamos, lo hagamos en nombre de Jesucristo. No importa que seas un jubilado, o no importa la profesión que tengas pero que cada cosa que emprendas lo hagas en su nombre. Mi oración a la mañana es siempre, ‘Señor, sé que no soy un cristiano ejemplar, pero todo lo que haga en este día quiero hacerlo en tu nombre y para tu gloria. Sostenme y ayúdame en este día para poder agradarte y poder sentirme bien’. Cuando hago esta oración recién puedo saltar de la cama con confianza.
La segunda palabra importante para el día de hoy es
2) Seguirlo a Jesús no importando si los demás lo siguen a Jesús o no, incluso si están rechazando a Jesús totalmente o incluso burlándose de mi vida de fe. Y en ese sentido Jesús nos pide amar a los demás. “—Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya? Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió”. Jesús les muestra a sus discípulos que no debemos gastar energías en perseguir, atacar, o criticar a gente que no quiere seguirlo.
Una vez un pastor en me dijo a este respecto: “Yo no corro detrás de la gente que no quiere saber nada con la iglesia; más bien empleo mi energía en aquellos que tienen interés por la palabra de Dios y la iglesia”. Al principio me sonaron duras estas palabras, pero con el tiempo descubrí su intención. En eso también radica el amor al prójimo. En poder vivir amando a un mundo alejado de la palabra de Dios e incluso pecador, es decir que rechaza la vida a partir de la palabra de Dios, pero poder aún así amar a nuestro prójimo y aceptarlos, así como son. Pero si alguna vez alguien nos pregunta, por qué crees lo que crees, o porque te comportas de la manera que lo haces, poder decirle con valentía: ‘Lo hago porque creo en Dios y en su palabra que es una guía para mi vida’. Cosecharemos más personas al ver como vivimos nuestra vida de fe que, insistiéndoles que deben cambiar su manera de vivir.

Jesús pide de sus discípulos un seguimiento radical, lo mismo nos pide a cada uno de nosotros. También nos dice que seguirlo, aún hoy en día en nuestra sociedad puede no ser fácil: —“Te seguiré a dondequiera que vayas.
58 —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Jesús está queriendo decir que en la vida cristiana—y esto no va solo para los misioneros o predicadores sino para la vida de cualquier cristiano, las cosas no puedan resultar tan cómodas. Pero a la larga la recompensa será grandiosa y esta recompensa comienza ya aquí en esta tierra. Jesús quiere decir que seguirlo a él no debe ser sólo de la boca para afuera, sino que implique un compromiso total.

Seguirlo a Jesús implica tener amor por su palabra la Biblia, no amor al libro en sí mismo, sino a lo que contiene que es la palabra de Dios, y es una alternativa de valores a veces opuestos a la sociedad, y el querer comprometerse con estos valores.
Seguirlo a Jesús implica que vamos a tener necesidad por la oración, vamos a tener necesidad de hablar con Dios en todo momento. La persona que aún no tenga esa necesidad necesitará encontrarla en una relación con Dios.
Seguirlo a Cristo implica tener la disposición de dar testimonio. Y como dije para esto no necesitamos ser predicadores sino comportarnos con un tipo de integridad de valores distintos delante a la de los no creyentes. Si aún no tenemos este tipo de inclinación lo podemos también encontrar.
Seguirlo a Jesús implica que pondremos a la iglesia, es decir la necesidad de reunirnos con otros para compartir la palabra y el sacramento en comunión, como una necesidad semanal. Si esto aún no lo tenemos o comprendemos también somos invitados a descubrirlo.
¿Por qué seguirlo a Jesús implica todas estas cosas?, pues Cristo es la única fuente de vida válida y poderosa para nuestras vidas. Y esa es la única manera en que podemos ser nutridos del Espíritu Santo para poder vivir nuestras propias vidas.

El transitar con Jesús es la única fuente vital para nuestra vida. Esta vida tampoco puede quedar oculta. Otras personas deben percibir lo que tenemos.
Una persona que se haya vuelto a Jesús, lo demuestra en su vida por medio del amor, que se mostrará por su conducta hacia Dios y hacia la gente, incluso hacia la gente que rechaza a Dios y a su Palabra.

Ahora que hemos podido contestar a la pregunta de si estamos siguiendo a Jesús, ¿Estamos seguros de que lo estamos siguiendo a él? Y si no es así, le podemos decir: ‘Señor, no sé exactamente cómo hacer para seguirte y comprometerme de la manera que a ti te agradaría, pero es mi deseo hacerlo, dame la fuerza para llevarlo a la práctica y en ese proceso ayúdame a mantenerme humilde delante de los demás que aún no te siguen y poder amarlos como a ti te gustaría’.
Amén.

Dios desea habitar en nosotros

Juan 14:23-27
Enzo Pellini

23 Jesús le respondió: «El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir. 24 El que no me ama, no obedece mis palabras; y la palabra que han oído no es mía, sino del Padre que me envió.

25 »Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes. 26 Pero el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho.

27 »La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.

“El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir”. La única condición para la compañía, protección y amor de Dios —lo que, en definitiva, llamamos la bendición de Dios—, es obedecer su palabra. Si decimos que amamos a Dios, entonces debemos probarlo obedeciendo Su palabra, que está contenida en la Biblia.

Una de las primeras cosas que debes hacer para obedecer la Palabra de Dios es creer en esta. Eso se llama fe. Es probar que creo en Dios y quiero creer en Dios. ¿Por qué digo que creo en Dios y digo ‘quiero’ creer en Dios?
La fe es un regalo de Dios. Si podemos creer, tenemos que agradecer a Dios porque eso sucede a través del Espíritu Santo de Dios. Para la mayoría de los que estamos en la iglesia hoy, por lo visto no es un problema decir que creo en Dios, aunque nuestra fe a veces no sea tan grande. Pero, ¿sabes cuántas personas hay ahí afuera que no creen? ¿Sabes cuántas personas no tienen el menor deseo de creer en Dios? Y quizás muchos de ellos mueran sin haber creído en Dios. Por lo tanto, tenemos que estar agradecidos por creer en Dios. Debemos estar agradecidos de haber sido criados en familias cristianas que, perfecta o imperfectamente, nos han llevado a la iglesia y nos han dado la posibilidad de creer en Jesucristo. En el caso de los que han sido confirmados, e incluso bautizados, entonces se convierte en nuestra responsabilidad si nuestra fe crece o cae.

La fe es como una semilla o un retoño. Debemos cuidar que la semilla de fe que se ha plantado crezca y madure como Dios quiere.
Al principio, cuando se planta un árbol, es solo una semilla, y luego se convierte en una pequeña planta que requiere muchos cuidados para que con el tiempo pueda convertirse en un árbol. Lo mismo ocurre con los bautizados. Debemos cuidar esa planta. En la vida de fe, a una edad temprana podemos tener padres, padrinos o una familia cristiana que pueda ayudar. Pero eventualmente cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de cuidar la planta de la fe.
Esa planta de fe debemos cuidarla con temor y temblor; Porque si no la cuidas, a pesar de haber sido bautizado y confirmado, esa planta puede marchitarse y morir. Y si eso sucede en nuestra vida de fe, la fe se apaga y la persona se aleja de Dios con trágicas consecuencias para su existencia más allá de su vida.

¿Se puede tener fe y dudar de la existencia de Dios? Claro, todos los que tienen fe a veces dudan. Sobre todo cuando estamos pasando por momentos difíciles y preguntamos y sentimos que Dios no nos responde. Y no sólo los cristianos dudan de la existencia de Dios. Aquellos que no creen en Dios también dudan de la ‘no existencia’ de Dios en algún momento de sus vidas. Incluso los ateos, en algún momento, dudan de su “convicción” y dicen, ¿no será que Dios tal vez sí existe?

Una vez conocí a una persona que, quizás en broma, pero no era broma, dijo: “¿Cómo puedes creer en Dios a quien no has visto? ¿Cómo puedes creer en algo que no ves? Hoy me desperté y no vi a Dios. Caminé por la calle y no vi a Dios. Estaba en el estacionamiento y no vi a Dios. ¡Muéstrame que Dios existe! Entonces dije: “No se puede “no creer” en todo lo que no se ve. Hay cosas que creemos que no podemos ver. Y le pregunté: “¿Crees en el amor?” “Sí, por supuesto que creo”. “Pero, ¿cómo puedes creer en el amor si no lo ves? “Bueno, ven a mi casa y te mostraré a mi esposa y verás el amor que nos tenemos”. “Sí, pero no veo el amor, ¿cómo puedes creer en algo que no ves? No tenemos que ver todo en lo que creemos. ¿Podemos ver esperanza? Tenemos esperanza y no queremos perderla; es lo mismo con Dios. Hay otras dimensiones que van más allá de la comprensión de los seres humanos. Esa es la dimensión espiritual; no lo vemos, pero podemos creerlo.

Por eso debemos alimentar nuestra fe con el correspondiente alimento para la fe, que es el alimento espiritual. Este alimento incluye la oración, la comunicación diaria con Dios, la lectura diaria de la Biblia y la participación semanal en comunidad, en una iglesia donde recibimos la Palabra y el Sacramento, el alimento que proviene del Espíritu Santo de Dios. Eso es lo que significa cuidar esa plantita; eso es cuidar nuestra fe para que crezca y crezca, y se convierta en el gran árbol de la fe que Dios quiere para nosotros. Si nuestra vida no hace gala de las bendiciones de Dios, posiblemente sea porque no cuidamos esa planta o no la hemos dejado crecer, o no la estamos cuidando y alimentando con alimento espiritual. Incluso si somos mayores, podemos comenzar a alimentar la planta como Dios lo dispuso. Nunca es tarde para que nuestra fe se convierta en un gran árbol. Y más aún, cuando los jóvenes, como será el caso de nuestros confirmandos dentro de dos semanas, toman este consejo y lo atesoran en su vida como dice la Palabra de Dios: “El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir”. Ese es el mejor consejo que podemos dar a un confirmando. ¿Quieres ver los frutos de Dios en tu vida? ¿Quieres ver la bendición tangible de Dios? Comienza a alimentar la plantita de tu fe tratando de obedecer a Dios.

Había una vez un no creyente, que sin duda era muy inteligente y quería tener todas las explicaciones sobre la posible existencia de Dios. Y hacía preguntas al pastor: ¿Dónde está Dios, en medio de la pobreza, del hambre en el mundo, en medio de esos niños masacrados y mutilados utilizados para la prostitución o el trabajo infantil? ¿Por qué hay sufrimiento, por qué hay enfermedades o guerras? ¿Puedes explicar dónde está Dios ante todo esto? Y así hizo una pregunta tras otra. Este pastor dijo: ‘Bueno, déjame tratar de explicarlo. El hombre dijo: ‘No, no puedes explicar nada, porque no tienes las respuestas, porque Dios no existe, Dios es un invento y nadie puede ver a Dios. “Yo puedo explicarlo –sigue diciendo el ministro– pero primero quiero hacerte una pregunta”. “No, no quiero preguntas—dijo el hombre riéndose—, ¡responde a ‘mi’ pregunta!” Pero déjame hacerte una sola pregunta, ¿puedo? “Bueno, está bien —consintió finalmente el hombre— solo una pregunta”. “Si te respondo claramente y satisfago tus dudas sobre la existencia de Dios en este momento, ¿considerarías creer en Dios y convertirte en cristiano? Y el hombre respondió: “¡¡No, para nada!!!” Ok, dijo el pastor, vamos a tomar un café y no perdamos el tiempo.

Así que mi conclusión es que hay personas en este mundo a las que podemos llamar no creyentes voluntarios. Es decir, no quieren creer, ¡y hacen todo lo posible por no creer! Y los cristianos a menudo dudamos de nuestra fe. Puede suceder que tengamos dudas sobre la existencia de Dios y esto puede ser normal e incluso ser honesto admitirlo. Sin embargo, seguimos adelante y persistimos en nuestra fe; seguimos alimentando nuestra fe a través de la oración, la lectura de la Biblia y la pertenencia semanal a una comunidad de fe, porque estamos decididos a creer en Dios. Y esa es la clase de fe que surge de quien ama a Dios, a pesar de nuestras dudas y limitaciones humanas; damos más crédito a Dios que a todos los que quieren convencernos de que Dios no existe. ¡Y esa es la fe que persevera hasta el final! Esa es la fe que, a pesar de los problemas que quieren bajarnos el ánimo y ponernos tristes, letárgicos, deprimidos o negativos, dice: ¡No!, tengo que cambiar de cara, tengo que cambiar de humor para creer, para poder confiar y declarar como que el Salmo 118: ” Éste es el día que el Señor ha hecho; y en él nos alegraremos y regocijaremos. “. Y estar gozoso, feliz y alegre es parte de la misma experiencia de fe. ¡Queremos decidir sentirnos bien y cambiar nuestros sentimientos, cambiar nuestra forma de pensar, nuestra mentalidad, eso es lo que nos lleva a creer! El que está mentalmente enfermo no puede pensar bien y el que no puede pensar bien no puede creer. Los que no pueden creer no pueden amar a Dios, porque no pueden creer que Él existe. ” Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve…. Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que sabe recompensar a quienes lo buscan.” (Hebreos 11: 1.6)

“Sin fe es imposible agradar a Dios”, reformularía en una forma positiva esto: solo con fe se puede agradar a Dios. La única forma en que podemos hacer feliz a Dios, la única forma en que podemos amar a Dios es a través de nuestra fe en Él.
Oramos para que Dios habite en esta iglesia a través del Espíritu Santo. Además, que Dios pueda habitar en el futuro en la vida de nuestros confirmandos y sus familias. Pero el único requisito es amar a Dios tratando de obedecer Su palabra y teniendo fe; es decir, mantener esa fe a través de nuestra comunión fiel y decidida con Dios . Que Dios llene nuestras vidas y se haga presente en esta casa, la casa del Señor.

Desde el cielo Cristo llama

Sermón Juan 21:15-19

“Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Él le respondió:
—Sí, Señor. Tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Entonces cuida de mis seguidores, pues son como corderos.
16 Jesús volvió a preguntarle:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Pedro le contestó:
—Sí, Señor. Tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Entonces cuida de mis seguidores, pues son como ovejas.
17 Por tercera vez le dijo:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro se puso muy triste de que tres veces le había preguntado si lo quería. Entonces le contestó:
—Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo:
—Cuida de mis ovejas. 18 Cuando eras joven, te vestías e ibas a donde querías. Pero te aseguro que, cuando seas viejo, extenderás los brazos y otra persona te vestirá, y te llevará a donde no quieras ir.
19 Jesús se refería a cómo iba a morir Pedro, y cómo de esa manera iba a honrar a Dios.
Después le dijo a Pedro:
—Sígueme”.

Jn 21:15-19

Jesús está llamando a Pedro. Uno de los apóstoles principales. Uno de los apóstoles más destacados, por lo menos es lo que sabemos de él a partir de la Biblia e inclusive también por muchas referencias externas a la Biblia. El llamado de Pedro llegó a ser tan destacado que, a partir de su figura, se llegó a institucionalizar en la iglesia la figura de los sucesores de Pedro. Esta figura que, nosotros luteranos no compartimos pues creemos que, Jesús sólo llamó a Pedro y no para institucionalizar su sucesión. Sabemos que, todos los que somos llamados por Dios a pastorear, seguimos siendo ovejas ante los ojos de Jesucristo. En todo caso, podríamos ser llamados “guías de rebaño”, como aquellas ovejas a las que se les coloca un cencerro para que guíen a las demás, pero no pastores. El único pastor es Jesucristo. De todas maneras, lo más importante aquí es la particularidad de este llamado a la persona de Pedro uno de sus apóstoles principales.

Las personas que llegan al ministerio pastoral lo hacen en primer lugar porque sienten que son llamadas por Dios para esto. Esto es algo que, no muchas veces se puede explicar lógicamente. Un llamado es algo que, tiene que ver con la parte espiritual de la persona. Es imposible de comparar una vocación profesional con el llamado de Dios. Son dos cosas distintas, aunque algunos quieran compararlo. La vocación más que nada es una inclinación a querer realizarse y trabajar en determinadas áreas laborales o artísticas. Es decir, tener el deseo de dedicarse a ciertas áreas de interés, donde por lo general poseemos cualidades innatas para esa actividad. El llamado de Dios, no obstante, puede implicar dos cosas: la vocación mencionada, pero en primer lugar la necesidad imperiosa de realizar una actividad para el servicio de Dios que, esté íntimamente ligada a una vida de oración y de relacionamiento estrecho con Dios. Un llamado como la palabra lo dice, es la seguridad de sentir en el espíritu que Dios nos ha llamado o nos está llamando para cierta actividad. La persona que es llamada lo recibe a través de su vida de oración. Es imposible decir que, una persona sea llamada a por ejemplo ser pastor, si no tiene una relación con Dios y menos una conexión espiritual con Dios. No se debe confundir entre vocación que, cualquiera la puede tener, incluso los no cristianos, con llamado de Dios para una tarea en la iglesia.
Hay un dicho muy acertado que dice: “Dios no llama a personas capacitadas, él a los que llama capacita”.
Y sobre esto quisiera detenerme un momento a reflexionar. En la iglesia muchas veces pensamos que sólo nos tenemos que manejar con los parámetros del mundo. Es verdad, estamos viviendo en el mundo y somos seres humanos y de seguro que así nos manejaremos. Pero en la iglesia debemos tener cuidado de no poner en primer lugar los parámetros del mundo. En este caso, queremos decir que, para toda actividad que queramos emprender en la iglesia, debemos en primer lugar tener en cuenta a Dios y a su palabra. Cada vez que queremos iniciar una tarea de servicio en la iglesia, debemos dejar lugar para que, el Espíritu Santo pueda intervenir en la institución y en la vida de las personas. Cada vez que queremos elegir por ejemplo una persona para un cargo determinado, lo primero que tenemos que, hacer no es como hace el mundo ver por las capacidades que la persona tenga, sino que:


1) Tenemos que orar, para invocar a Dios para que, nos guíe a elegir la persona idónea, según Él.
2) Tenemos que, elegir dentro de las personas que, lleven una vida cristiana ejemplar conforme a lo que Dios pide y que sean personas con frutos y testimonio de Dios en sus propias vidas.
3) Tenemos, luego sí que, considerar las aptitudes y capacidades, pero que éstas no sean necesariamente excluyentes, sino más bien las anteriores condiciones.
4) Tenemos que saber que, si hemos obrado según los primeros dos puntos de más arriba, la persona que sea designada para la labor contará con el apoyo y la bendición de Dios, por tanto, Dios la capacitará en primer lugar en lo espiritual y porque no también luego en las otras áreas.

Se han cometido errores garrafales y perjudiciales en la vida de la iglesia, cuando no nos hemos regido por estos parámetros cristianos para designar personas para la misión de la iglesia. Recordemos que, para el trabajo en la iglesia lo que primero necesitamos son personas cristianas, convertidas, comprometidas con Dios y con Su iglesia y después sí nos fijaremos en las capacidades humanas. Quisiera aclarar que, no queremos soslayar la cuestión de la formación y la cultura en las personas para el trabajo en la iglesia. Eso sería un grave error también. Pero un grave error sería también escoger personas para tareas importantes y de liderazgo en la iglesia, si no son personas obedientes a Dios. En la iglesia se aceptan a todas las personas incluso las no cristianas. Pero eso no significa que, todos sean iguales a la hora de asumir cargos de responsabilidad y de conducción. No tenemos que perder de vista esa dimensión.

Cuando los primeros apóstoles comienzan a organizar la iglesia, se encuentran ante la decisión de tener que elegir personas de responsabilidad para la dirección de la misma. Tenemos el caso del sucesor de Esteban diácono y mártir. Así procedía la iglesia primitiva: “Así que propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, apodado el Justo, y a Matías. Y oraron así: «Señor, tú que conoces el corazón de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido para que se haga cargo del servicio apostólico que Judas dejó para irse al lugar que le correspondía.» Luego echaron suertes y la elección recayó en Matías; así que él fue reconocido junto con los once apóstoles”. (Hch 1:23ss). Esa era la forma en la que se manejaba la iglesia primitiva: elegir de entre las personas llenas del Espíritu, orar y utilizar un sistema de elección que, deje más que nada lugar al Espíritu de Dios y no al criterio humano. Cuánta bendición y progreso espiritual podríamos lograr en nuestras iglesias si hoy nos manejaríamos así. Es posible hacerlo claro que sí, pero para ello tenemos que llevar una vida de oración real y auténtica para que el Espíritu de Dios, quien es nuestra autoridad suprema pueda moverse oportunamente en la iglesia. La oración a Dios es muy importante. De seguro que muchos de nosotros oramos, pero también tenemos que poner nuestra confianza en Dios cuando procedemos como obraron los primeros cristianos. De esta forma, eliminamos el lamentable factor humano que, puede motivar a la corrupción, o a los favoritismos por ejemplo.

Un llamado es muy importante. El llamado de Pedro fue muy importante, pues fue Jesús mismo como Dios hecho hombre quien llamó con sus propias palabras a Pedro y lo hizo según este evangelio tres veces. ¿Por qué tres veces? Por dos razones muy claras. La primera de ellas fue para que Pedro fuera consciente de que él le había negado a Jesús tres veces, durante aquella noche antes de su muerte. Jesús le había dicho que, antes que cante el gallo le negaría tres veces. Entonces Jesús, no para avergonzarlo, pero, sí lo hace para que Pedro pueda darse cuenta que, él lo había negado y que Jesús quería que Pedro revierta totalmente aquello que había dicho. Y en segundo lugar para mostrarle a Pedro y mostrarnos a nosotros también hoy que, Jesús perdona. Jesús limpia totalmente. Jesús olvida y quiere darnos siempre una nueva oportunidad. Pedro para muchos fue y sigue siendo un héroe de la fe, sin embargo, él también pecó, negó y traicionó a Cristo. No obstante Jesús le perdonó y le hizo repetir tres veces y en voz alta que, le seguiría para borrar definitivamente aquellas tres negaciones.

Jesús nos invita y nos llama a todos y todos los días para trabajar para él en su iglesia. Tú puedes decir quizás: ‘Yo no tengo las aptitudes intelectuales para hacerlo’. Pero si de veras tienes un llamado de Dios, no te niegues pues él esté esperando de ti y él va a suplir lo que te falta. Quizás en verdad haya muchos que, en el plano físico no puedan. En todo caso como siempre en la iglesia decimos, hay una actividad que sí se puede hacer. Y esa es la oración. “La oración no reemplaza la acción, pero la oración es una acción que no puede ser reemplazada por ninguna otra cosa” Necesitamos imperiosamente personas con el llamado a la oración, pues la oración si puede modificar muchas cosas que, inclusive no puedan ser modificadas por ninguna acción.

Hoy también Jesús nos está llamando. Quizás tú hayas pecado también delante de Dios. Él sin embargo te perdona. Él te quiere restituir. Él te ofrece seguirlo. No tengas miedo si no tienes la capacidad como la que el mundo exige. Pero si de veras, tienes una relación auténtica con Dios y recibes un llamado de parte de Dios, él suplirá lo que te falta para poder servirle con idoneidad. El mensaje para cada uno de nosotros incluido los pastores es que, si Dios te ha llamado, es porque él espera que des lo mejor de ti. Él te ha habilitado y te capacitará incluso en los conocimientos humanos, pero primero tienes que comprometerte con él en espíritu, con tu trabajo y con tus palabras. Amén.

Una resurrección en espíritu

Rev. Enzo Pellini

Domingo de Pascua de Resurrección- 17.04.2022

Juan 20:11-18

“Pero María estaba afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro, y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados donde el cuerpo de Jesús había sido puesto; uno estaba a la cabecera, y el otro a los pies. Y le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les dijo: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto.» Tan pronto dijo esto, María se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí; pero no se dio cuenta de que era Jesús. Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.» Jesús le dijo: «¡María!» Entonces ella se volvió y le dijo en hebreo: «¡Raboni!» (que quiere decir, «Maestro»). Jesús le dijo: «No me toques, porque aún no he subido a donde está mi Padre; pero ve a donde están mis hermanos, y diles de mi parte que subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes.» Entonces María Magdalena fue a dar las nuevas a los discípulos, de que había visto al Señor, y de que él le había dicho estas cosas”.

La noticia más sensacional de la historia de la humanidad: la resurrección de Jesucristo el Hijo de Dios. ¿Es esta una noticia sensacional para ti?

¿Qué es una noticia extraordinaria para ti? ¿Cuáles son las buenas noticias?

Seguramente que, cada uno de nosotros tiene distintos parámetros para definir que son buenas noticias. Todos más o menos compartimos que son buenas noticias. Como la palabra lo dice, es todo aquello que sea bueno. Y qué hace que algo sea ‘bueno’. ¿Qué significa la palabra bueno? Que es agradable que, brinda beneficios que, produce felicidad.

Beneficio y felicidad, son las dos palabras claves dentro de la palabra “buena” noticia. ¿En qué me beneficia a mí como cristiano la noticia de la resurrección? La resurrección es la prueba de que Jesús fue lo que dijo ser: El Hijo de Dios, el mesías esperado, el enviado al mundo de parte de Dios, el embajador de Dios. Cuando Jesús resucita, les demuestra a sus discípulos, a todos sus seguidores y al mundo de su entonces que, él en verdad, tenía un poder divino, y que daba crédito a todo lo que había predicado. La resurrección indica, y me indica, también a mí hoy que, toda la fe y esperanza que yo deposite en la palabra de Dios la Biblia, no me defraudará, porque está probado que es verdad.

Que Jesús haya resucitado, significa que hay una garantía en la palabra de Dios, que Jesús es verdadero y que él cumple lo que él promete.

Que Jesús haya resucitado quiere decir que, la palabra de Dios es confiable y verdadera, que la palabra de Dios es honesta y poderosa. Esa es la parte beneficiosa de conocer la buena noticia de la resurrección.

Y la parte feliz de esta buena noticia es que, esto debería alegrarme de tal modo que, mi vida en esta tierra ya no debería ser más infeliz. No tengo motivos para vivir infeliz. Sabiendo que, nuestra existencia en esta tierra es un tiempo acotado y limitado y que para todos viene un final, tendríamos que saber que, la buena noticia consiste en que, más allá de esta muerte física hay una resurrección de los muertos, como decimos en nuestro Credo. Esa es la buena noticia.

Poder vivir a diario la buena noticia es el secreto para vivir ya a partir de esta vida una vida feliz. Y otra vez, quiero formular esta pregunta: ¿Eres feliz? ¿Estás viviendo una vida en felicidad?

Si de veras crees en el hecho de la resurrección, aunque no estés viviendo la vida que el mundo dice que, es una buena vida, igualmente, no deberías tener motivos para vivir infeliz. Esta vida, así como la conocemos es una vida fugaz, temporaria. Lo que más importa es qué sucederá más allá de esta vida. Si puedes vivir cada uno de tus días en la perspectiva de la vida eterna por delante, tu vida aquí en la tierra cambiará drásticamente para mejor. Si de veras puedes depositar tu confianza en el hecho de la resurrección, en la providencia y bendición de Dios que, comienza ya aquí en la tierra, en el momento que decides creer en Cristo, como el Hijo de Dios.

Hay muchas personas que buscan evidencias históricas que, apoyen la resurrección.

Podemos simplemente recordarlo hoy:

  1. Hay muchos que dicen que Jesús no murió. Jesús tuvo que soportar los latigazos romanos, donde incluso muchas personas morían durante éste. Estuvo clavado en la cruz por espacio de seis horas. ¿Un hombre en tal condición podría haber movido una piedra de sepulcro de quizás tonelada y media? Los soldados romanos estaban bien convencidos que Jesús murió, sino no lo hubieran bajado de la cruz. Si ellos hubieran permitido que un prisionero escape, hubiesen corrido el peligro de la pena de muerte. Además, cuando los soldados descubrieron que Jesús estaba efectivamente muerto: “uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante le brotó sangre y agua” (Jn 19:34). Esto parece ser la separación de coágulo y suero que, hoy se entiende como evidencia médica clara que Jesús estaba muerto. El evangelista Juan no escribió esto sin razón; él no poseía este conocimiento, lo que hace más poderosa la evidencia que Jesús estaba realmente muerto.
  • Algunos decían que los apóstoles robaron el cuerpo y luego esparcieron el rumor que Jesús había resucitado. Sin contar con el hecho que la tumba estaba vigilada, esta teoría es psicológicamente improbable. Los discípulos estaban deprimidos y desilusionados en el momento de la muerte de Jesús. Hubiera tenido que ocurrir algo extraordinario para transformar al apóstol Pedro en el hombre que, predicó en Pentecostés cuando se convirtieron 3000 personas. Además, si uno piensa todo lo que los apóstoles tuvieron que sufrir: látigos, torturas e incluso algunos la muerte, parecería inconcebible que pudieran estar preparados para afrontar todo esto por algo que ellos sabían que no era verdad.
  • Algunos otros decían que, las autoridades habían robado el cuerpo. Esto parece ser lo menos probable de todo. Si las autoridades habrían robado el cuerpo, ¿por qué no lo mostraron cuando se corría el rumor que Jesús había resucitado de los muertos? Quizás la prueba más fascinante de evidencia relacionada con la ausencia de Jesús sea la descripción de las ropas de Jesús en el sepulcro que, hace Juan. En realidad “tumba vacía”, es un nombre incorrecto. Cuando Pedro y Juan van a la tumba encuentran sus ropas allí. Es como si Jesús hubiese pasado a través de sus mismas ropas. No es una sorpresa que Juan lo viera y creyera (Jn 20:8)
  • Sus apariciones a los discípulos. Es que fueron quizás alucinaciones. Las alucinaciones generalmente suceden en personas muy aceleradas, muy imaginativas y nerviosas o en gente que está enferma o drogadictos. Los discípulos no encuadran dentro de esta categoría. Rudos pescadores, recolectores de impuestos y escépticos como Tomás no es probable que alucinaran. Además, la gente que alucina, luego deja de hacerlo. Jesús se apareció a sus discípulos en once diferentes oportunidades, en un período de seis semanas. La cantidad de veces y la cesación de éstas hace improbable que se tratara de alucinaciones. Además, más de 500 personas vieron a Jesús. Una persona puede alucinar, o incluso dos o tres. Pero es poco probable que, 500 personas hayan alucinado lo mismo. Además, las alucinaciones son cosas subjetivas, no hay en ellas una realidad objetiva; es como ver un fantasma. Pero a Jesús lo pudieron tocar. Comió pescado (Lc 24:42,43) y en una ocasión hizo el desayuno para sus discípulos. Comieron y bebieron con él (Hch 10:41) Tuvo largas conversaciones con ellos, enseñándoles muchas cosas acerca del reino de Dios (Hch 1:3).
  • El efecto inmediato. El efecto de la resurrección de Jesucristo de los muertos, como uno podría esperar, tuvo un impacto dramático en el mundo. La iglesia nació y creció a un ritmo increíble. De un puñado de pescadores a ‘conquistar’ el imperio romano en trescientos años.
  • La experiencia cristiana.  Millones de personas, durante muchas eras, pudieron vivir al Cristo resucitado en sus vidas. Gente de toda raza y pueblo, clases sociales, económicas, intelectuales, etc.

Podemos decir que como dice CS Lewis:

“Aquí, estoy tratando de evitar que alguien diga realmente la cosa más tonta que la gente a menudo dice acerca de Él: “No tengo problema en aceptar a Jesús como un gran maestro moral, pero no acepto su afirmación de ser Dios”.

Esa es la única cosa que no debemos decir. Un hombre, que fue simplemente un hombre y que dijo las cosas que Jesús dijo, no pudo haber sido un gran maestro moral. Habría sido, o un lunático — al mismo nivel del hombre que se dice ser un huevo revuelto – o de lo contrario sería el Demonio del infierno. Usted debe hacer su elección. Este hombre, o era, y es, el Hijo de Dios: o de lo contrario un loco, o algo peor. Usted puede descartarlo como loco, puede escupirlo y matarlo como a un demonio; o puede caer a Sus pies y llamarle Señor y Dios. Pero no vengamos con ninguna tontería condescendiente acerca de que fue un gran maestro humano. Él no nos dejó esa salida. No era su intención”.

Si a mí hoy me dijeran, aun así, no hay pruebas científicas comprobables que Jesús resucitó, no las necesitaría, pues sé que Jesús vive en mí, pues lo siento, lo experimento, hablo con él todas las mañanas y las noches. Si quieres una evidencia que Cristo resucitó, deberás aceptarle, creer en él, comenzar a confiar en él y tendrás la prueba más fuerte que él vive. Podrás experimentar su Amor, su Poder y la realidad de una relación que te convenza que él realmente está vivo.

Esas son las buenas nuevas de la Pascua de resurrección, no lo busques más en lo humano, búscalo en lo espiritual y podrás experimentar su resurrección en tu propia vida. Amén

La obra ya está hecha

Sermón para el día de Viernes Santo- 15.04.2022

Rev. Enzo Pellini

Juan 19:16-30

Entonces Pilato se lo entregó a ellos, para que lo crucificaran. Y ellos tomaron a Jesús y se lo llevaron.

17 Con su cruz a cuestas, Jesús salió al llamado «Lugar de la Calavera», que en hebreo es «Gólgota», 18 y allí lo crucificaron. Con él estaban otros dos, uno a cada lado suyo, y Jesús en medio de ellos. 19 Además, Pilato escribió también un título, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS. 20 Y muchos de los judíos leyeron este título, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad. Este título estaba escrito en hebreo, griego y latín. 21 Los principales sacerdotes de los judíos le dijeron a Pilato: «No escribas “Rey de los judíos”; sino que él dijo: “Soy Rey de los judíos”.» 22 Pero Pilato les respondió: «Lo que he escrito, escrito queda.»

23 Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos y los partieron en cuatro, una parte para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual no tenía ninguna costura, y de arriba abajo era de un solo tejido. 24 Y dijeron entre sí: «No la partamos. Más bien, echemos suertes, a ver quién se queda con ella.» Esto fue así para que se cumpliera la Escritura, que dice:

«Repartieron entre sí mis vestidos,

Y sobre mi ropa echaron suertes.»

Y así lo hicieron los soldados. 25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y vio también presente al discípulo a quien él amaba, le dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» 27 Y al discípulo le dijo: «Ahí tienes a tu madre.» Y a partir de ese momento el discípulo la recibió en su casa.

28 Después de esto, y como Jesús sabía que ya todo estaba consumado, dijo «Tengo sed», para que la Escritura se cumpliera. 29 Había allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en un hisopo, y se la acercaron a la boca. 30 Cuando Jesús probó el vinagre, dijo «Consumado es»; luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.

***

El día de hoy es un recordatorio especial de la muerte de Jesús para nosotros cristianos. Nosotros cristianos evangélicos o protestantes nos centramos más que nada en el acontecimiento de la resurrección. Sabemos que Cristo murió en una cruz, por eso es que tenemos una cruz colgada en lo alto sobre el altar de nuestras iglesias, pero esa cruz está vacía. Cristo no está más colgado en la cruz, murió una sola vez y resucitó. Está vivo, venció a la muerte y al infierno y vendrá al final de los tiempos a juzgar a los vivos y a los muertos, vencerá de una vez por todas a Satanás, al poder de las tinieblas y su reino no tendrá fin será eterno. Eso es lo que creemos los que somos cristianos.

La parte central del mensaje para este día es la que se desprende de la frase pronunciada por Jesús: “Consumado es” que, es algo así como decir en palabras simples: ‘el trabajo se ha cumplido’.

Jesús asumió la tarea de venir a la tierra, se hizo hombre para poder comunicarse directamente con la gente y traer un mensaje de amor del Dios. Vino a restablecer la ley. Vino a poner al día la ley de Dios y la trajo de una forma sencilla para que todos la entendiesen.

No sabemos por qué tuvo que morir. Siendo Dios tuvo el poder de resucitar, pero no obstante no utilizó ese poder para evitarse la muerte. Lo habría podido hacer si hubiera querido, pero no lo hizo. Y eso a nosotros seres humanos nos deja sin entendimiento. ¿Cómo puede ser que Jesús el Hijo de Dios, con todo el poder que tenía no se hubo ahorrado la muerte?

Y existen dos razones por las cuales no lo hizo. Primero porque era un ser humano y quería vivir hasta las últimas consecuencias su humanidad sobre la tierra. Quiso llegar hasta las últimas consecuencias con el mensaje que vino a traer: el mensaje del amor a Dios y el amor al prójimo.

Hubiera sido muy fácil para él llamar a un ejército de ángeles para desparramar a todos los que querían matarlo. Pero esa hubiera sido una forma muy humana de actuar. El también fue Dios y quería mostrarnos que lo más importante es el amor, amar hasta las últimas consecuencias. El amor al Dios y el amor al prójimo es lo único que nos puede proporcionar una existencia segura y eterna. En cierto sentido quiso hasta ver si los seres humanos hacia los cuales se dirigía su predicación se daban cuenta y reconocían su mensaje como el mensaje de amor del Hijo de Dios. Por lo visto no lo reconocieron.

La segunda razón por la cual murió en la cruz, fue porque quiso mostrar que el poder del amor es el mayor poder del universo. El poder del amor es mayor que el poder de la maldad. El poder de Dios es mayor que el poder del diablo. Que el amor siempre triunfa a la larga o a la corta.

Y que aquellos que acepten el amor de Dios, enseñado por medio de su Hijo Jesucristo, vivirán por siempre. Aquellos que acepten que Jesucristo es el Hijo de Dios y que de él viene ese ejemplo de amor, vivirán por siempre. Aquellos que tengan la humildad y el esclarecimiento espiritual para buscar a Dios por medio de Jesucristo vivirán por siempre. Aquellos que amen al prójimo, así como Cristo lo predicó vivirán por siempre. Aquellos que valoren las cosas que vienen de Dios vivirán por siempre.

No se puede nunca llegar a entender el misterio de la muerte de Cristo, el día de viernes santo si no se acepta primero el milagro de la resurrección de Cristo. Por medio de la resurrección de Cristo al tercer día, nos damos cuenta que Jesús era, es y será siempre Cristo. No es una cuestión de tratar de explicar científicamente por qué murió Cristo, si de veras murió así. O tratar de explicar científicamente, por medio de la historia o de la arqueología si Cristo resucitó o no.

Hay tanta gente afanada en buscar pruebas de la resurrección de Cristo y hasta fanatizada por los hallazgos arqueológicos que pueda haber que pierden de vista la dimensión principal: la de creer que Cristo está vivo.

No sé si ustedes recuerdan por ejemplo la noticia sobre el sudario que fue hallado en Turín, Italia. Se han hecho estudios arqueológicos y científicos para probar si este en verdad era o no el manto en el cual envolvieron a Jesús. Hay muchos que lo creen y hasta van a verlo para venerarlo. No sé si fue verdadero o no. No necesitamos de pruebas para creer que Jesús está vivo. Del mismo pasó con Tomás cuando le dijo a Jesús: Si yo no veo en sus manos la señal de los clavos, ni meto mi dedo en el lugar de los clavos, y mi mano en su costado, no creeré (Jn 20:25b)

Y al final Jesús le dice: “Bienaventurados los que no vieron y creyeron”.

Bienaventurados cada uno de nosotros que, a pesar de no ver, de no haber vivido junto a Jesús, de no poder comprender queremos decirle hoy a Jesús, hoy viernes santo, de la misma manera que en el domingo de resurrección o en cualquier día del año, porque para los cristianos todos los días del año son iguales para adorar a Cristo: Yo quiero creer en ti Señor, aunque no entiendo. Yo quiero aceptarte Señor Jesús como mi Dios y Señor, aunque no entiendo, yo quiero adorarte a ti Señor, aunque no entiendo, yo acepto tus mandamientos de amor, aunque no lo entiendo. Yo te amo Jesús Hijo de Dios, aunque no entienda.

Si podemos expresar esto con nuestras palabras, pensamientos y sentimientos, es una señal que de hemos aceptado que Jesús es el Hijo de Dios y tenemos la promesa de la vida eterna regalada a aquellos que aceptan el sacrificio de amor de Cristo.

Es lamentable que nosotros seres humanos queramos entenderlo todo con nuestra mente antes, pero no todo funciona así, hay otras dimensiones en el universo creado por Dios que no son sólo los cinco sentidos humanos. Hay cosas que van más allá de lo natural que, son sobrenaturales. Cuando comenzamos a creer y eso lo hacemos con nuestro espíritu, la presencia sobrenatural y extraordinaria de Dios comienza a habitar en nuestra vida. Cuando el libro del Génesis nos dice: ¡Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza! (Gn 1:26) Se refiere en primer lugar a la naturaleza espiritual de Dios. Somos creación de Dios y tenemos un espíritu ese espíritu anhela terriblemente estar conectado con su creador. Cuando no creemos en Dios a través de Jesucristo, nuestros cuerpos pueden vivir, pero nuestros espíritus están vacíos y cada vez más vacíos y enfermos.

Dios nos da una nueva oportunidad en el día de hoy de aceptar el ofrecimiento, la salvación que Cristo nos ofrece: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna”. Dios ten bendecirá ricamente y cambiará tu vida si aceptas esto ya en tus días sobre la tierra. Si ya has tomado antes esta decisión, decídete hoy que quieres acercarte más a la fuente de de vida de Dios y decídete transitar hacia la santidad, qué puedes hacer a partir de esta pascua de resurrección para obedecer más a Dios, qué cosas puedes dejar de lado que a Dios no le agradan de ti, qué cosas puedes obsequiar a Dios que Dios está esperando de ti hoy. Acepta a Cristo y acepta también cada día cambiar tu vida hacia la santidad.

Jesús murió, sí, pero una sola, vez y resucitó por eso hoy estamos aquí en la iglesia hoy. El está vivo y quiere darte a ti también la vida que estás buscando en todos los sentidos que te puedas imaginar.

—Dios crucificado muerto y sepultado. Dios de amor que, quisiste salvarnos muriendo en la cruz, perdona mis pecados hoy. Permíteme vivir en esta tierra como a ti te agrada. Permíteme cumplir tu palabra. Permíteme ponerte a ti en el primer lugar de mi vida. Pues necesito tu bendición y quiero resucitar al igual que tú, más allá de mi propia muerte. Recibe mi oración Señor Jesús. Amén. —

Adorarle a El es el primer paso de la fe

Sermón para el domingo de Ramos
Lucas 19:28-40
Rev. Enzo Pellini

“Después de decir esto, Jesús siguió su camino en dirección a Jerusalén. 29 Cuando ya estaba cerca de Betfagué y de Betania, junto al monte que se llama de los Olivos, les dijo a dos de sus discípulos: 30 «Vayan a la aldea que está ante ustedes. Al entrar en ella, van a encontrar atado un burrito, sobre el cual nadie se ha montado. Desátenlo y tráiganlo aquí. 31 Si alguien les pregunta: “¿Por qué lo desatan?”, respondan: “Porque el Señor lo necesita.”» 32 Los discípulos se fueron y encontraron todo tal y como él les había dicho. 33 Mientras desataban el burrito, sus dueños les dijeron: «¿Por qué lo desatan?» 34 Y ellos contestaron: «Porque el Señor lo necesita.» 35 Luego se lo llevaron a Jesús, echaron sus mantos sobre el burrito, e hicieron montar a Jesús. 36 Conforme Jesús avanzaba, la multitud tendía sus mantos por el camino. 37 Cuando se acercó a la bajada del monte de los Olivos, todo el conjunto de sus discípulos comenzó a gritar de alegría y a alabar a Dios por todas las maravillas que habían visto; 38 y decían: «¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ¡Paz en el cielo, y gloria en las alturas!» 39 Algunos de los fariseos que iban entre la multitud le dijeron: «Maestro, ¡reprende a tus discípulos!» 40 Pero Jesús les dijo: «Si éstos callaran, las piedras clamarían

El Domingo de Ramos es una fiesta. Una fiesta de la alabanza a Dios. Una fiesta donde expresamos nuestra alegría a Dios porque él se muestra como nuestro rey, nuestro soberano, nuestro Dios. Todos aquellos que creyeron su mensaje durante esos tres años de su ministerio ahora estaban glorificando a Jesús como el Hijo de Dios, el rey, el mesías. Con el llamado domingo de Ramos, como leemos en el evangelio de hoy, se termina una etapa en el ministerio de Jesús y comienza otra en la vida de la humanidad.

Jesús se mostró como ser humano, como un simple hombre para poder llegar en una manera más comprensible a la gente. No obstante encarnarse en un cuerpo humano, su Espíritu era el Espíritu de Dios. Vivió como un hombre físicamente, pero interiormente era Dios. Su misión fue enseñar que, había sido enviado al mundo por Dios para traer un mensaje de felicidad, de esperanza y de salvación. En esto consistía el mensaje: Todos aquellos que acepten que, Dios envió a su Hijo al mundo y decidan creer en Dios a través de él y acepten que, él vino a sacrificar su vida para darnos la salvación, podremos considerarnos salvos y rebaño de Dios.
Esta afirmación puede ser muy simple de entender, si de veras lo aceptamos por fe, o puede ser muy difícil e intrincada si queremos verlo con ojos humanos críticos. Esto no es algo que vayamos a entender humanamente, tienes la libertad de aceptarlo o no. Pero sólo depende de ti y de tu fe en el mensaje del Evangelio.

La iglesia no es un club, ni una asociación civil, ni una empresa, ni una sociedad de beneficencia o caridad. La iglesia no es una sociedad filantrópica, la iglesia no es una entidad étnica o secular. La iglesia es sí un edificio, donde aquellos que confiesan esta fe en Jesucristo se reúnen a adorar y alabar su nombre. Se reúnen a compartir su Palabra que, está registrada sólo en el libro que llamamos Biblia que, es nuestra autoridad suprema. Venimos a la iglesia a buscar su ayuda. Su ayuda no es humana. Venimos a buscar la ayuda divina, es decir la ayuda de Dios. Cuando oramos estamos mostrando que creemos en él. Las personas que no oran, todavía no están creyendo en Dios. Las personas que no pueden orar todavía no han aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador. Es imposible decir que soy cristiano si no puedo orar a Dios. Esa es una buena señal para saber si soy cristiano: ¿Puedo orar a Dios? ¿Tengo una vida de oración diaria de comunicación con Dios? Si no es así, entonces hay un problema en tu vida ‘cristiana’. Hay algo que no está funcionando en tu vida espiritual.

A partir del Domingo de Ramos, se puede decir que, se termina la tarea ministerial de Cristo en la tierra. Jesús comienza a mostrarse ya como rey, como Dios, como mesías, como enviado de Dios. Ya no se va a mostrar más como un hombre, profeta y maestro. La gente que lo alaba y ora a él lo está viendo como Dios. Durante la semana santa viene el sufrimiento, lo que llamamos también ‘pasión’. Pues Cristo ‘padece’, sufre. Allí comienza el sacrificio de Cristo. Jesús se sacrificará por nosotros. Esto es algo un tanto difícil de entender: ¿por qué se sacrifica?, ¿para qué? Son preguntas difíciles de responder aún los teólogos más sabios podrían no responder acertadamente. Pero hay algo que, sí podemos hacer con nuestra disposición humana: creer en él. Dios no nos pide cosas raras. Dios no pide que, seas un profesor en teología o un sabio instruido. Dios lo único que te está pidiendo es tu fe y tu entrega a él. Ese es el primer paso de la fe.

En esta semana santa quiero acercar un mensaje simple, sencillo y a la vez desafiante. De la misma manera que lo intentó Cristo durante todo su ministerio. ¿Cómo está tu vida? ¿Estás creyendo en Cristo como Hijo de Dios? ¿O todavía tienes dudas? ¿Cómo está tu vida? ¿Crees que Dios murió en la cruz por ti? ¿Cómo está tu vida? ¿Aceptas que Dios es un Dios de amor que quiere llenar tu vida sólo con su amor y perdón? ¿Cómo está tu vida? ¿Estás depositando tu fe y confianza en Cristo pues él es Dios? ¿Cómo está tu vida? ¿Estás orando a diario a Dios, o no puedes orar y/o no sabes lo que es eso? Si no puedes contestar claramente y sin dudas a estas preguntas, y si de veras quieres ser cristiano vas a tener que poner tu vida en orden pues no es esa una vida de cristiano. Dios quiere un cambio de ti. Y ese cambio que estás necesitando tiene que ver con tu espíritu.

En esta semana santa, puede ser la oportunidad única para ti, de ver que hoy no estás aquí en este edificio pues, hace muchos años que asistes. Tú estás en este edificio porque esto es una iglesia. Y aquí en el momento que invocamos a Dios Padre Hijo y Espíritu Santo, Dios mismo se hace presente y quiere ser alabado, quiere ser glorificado quiere que le cantemos, quiere que leamos su palabra y por sobre todas las cosas quiere que creamos en él y tengamos una vida de oración. Seguramente él está esperando una respuesta de ti hoy.

En cambio, si tu vida está llena de fe y de respeto hacia él, seguramente que poco o mucho, pero, tienes una Biblia en tu casa que abres a diario, aunque muchas veces no entiendas mucho. Eso es obediencia y fe. Seguramente, estás depositando tu vida en Dios con confianza. Eso es obediencia y fe. Seguramente estás orando con tus propias palabras a diario, aunque sean oraciones simples. Eso es obediencia y fe. Seguramente amas a tu iglesia e intentas ponerla en el primer lugar y participar de todos los cultos que puedas. Eso es obediencia y fe. Si esas cosas estás viviendo y suceden en tu vida entonces alégrate porque estás alabando sinceramente a Dios de la misma manera que lo estaban haciendo aquellas personas que lo alabaron el Domingo de Ramos. Aunque no hayas vivido con él y aunque no hayas podido batir palmas delante de él. Pero sí estás batiendo palmas con tu corazón y él te ama por eso y te bendecirá todos los días de tu vida por eso mismo.

El ser cristiano se trata de otras cosas también. Cuando el mandamiento más importante nos dice: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Nos está queriendo decir que debemos amar y ayudar concretamente, materialmente, con trabajo, dinero, ayuda, amor, cariño, solidaridad. Es decir, con obras de amor. Eso no lo vamos a soslayar. Pero tampoco debemos soslayar que, en primer lugar, todo ello debe venir, después de haber alabado, adorado, glorificado a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, como nuestro rey. Para Dios, de nada valen las obras, si primero no existe nuestro reconocimiento y adoración a él. Ese es el misterio del regalo de la salvación, de la prioridad de nuestra fe y adoración a él.

Dios necesita de nuestra adoración. Para él es lo más importante. Si podemos comprender eso y hacerlo, Dios comenzará a responder aquellas cosas en que, todavía no vemos respuestas en nuestras vidas. Y para terminar les cuento una anécdota real acerca del significado de poner en primer lugar nuestra adoración y confianza en Dios:

Los habitantes de Feldkirch, en Austria no sabían qué hacer. El masivo ejército de Napoleón se preparaba para atacar. Los soldados habían sido apostados en las cumbres encima de la pequeña ciudad que, estaba situada en la frontera austríaca. Se convocó rápidamente a un consejo de la ciudad para decidir si iban a defenderse o izarían la bandera blanca de rendición. Justo era Domingo de Pascua de Resurrección y la gente estaba reunida en la iglesia local.

El pastor se puso de pie y dijo: “Amigos, hemos estado contando hasta ahora con nuestras propias fuerzas, y aparentemente éstas han fallado. Puesto que hoy es el día de la resurrección de nuestro Señor, hagamos doblar las campanas, tengamos nuestro culto como siempre y dejemos este asunto en las manos de Dios. Ya conocemos nuestra debilidad, pero no todavía el poder que Dios tiene para defendernos”.

El consejo aceptó su plan y las campanas de la iglesia comenzaron a sonar. El enemigo, al escuchar el repentino repique de campanas, llegó a la conclusión que el ejército austríaco había llegado durante la noche para defender la ciudad. Antes de que el culto terminara, el enemigo levantó campamento y se marchó”.
Especialmente en Domingo de Ramos, Dios se acerca para pedirnos que recordemos que, él espera alabanza de nuestra parte, adoración y gloria como parte de nuestra obediencia a él.
Amen.

Dios siempre perdona pecados

Sermón para el 4to domingo de Cuaresma-
Enzo Pellini
Lucas 15:1-3.11-32

Todos los cobradores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. 2 Los fariseos y los escribas comenzaron a murmurar, y decían: «Éste recibe a los pecadores, y come con ellos.»

3 Entonces Jesús les contó esta parábola:

Jesús dijo también: «Un hombre tenía dos hijos, 12 y el menor de ellos le dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.” Entonces el padre les repartió los bienes. 13 Unos días después, el hijo menor juntó todas sus cosas y se fue lejos, a una provincia apartada, y allí dilapidó sus bienes llevando una vida disipada. 14 Cuando ya lo había malgastado todo, sobrevino una gran hambruna en aquella provincia, y comenzó a pasar necesidad. 15 Se acercó entonces a uno de los ciudadanos de aquella tierra, quien lo mandó a sus campos para cuidar de los cerdos. 16 Y aunque deseaba llenarse el estómago con las algarrobas que comían los cerdos, nadie se las daba. 17 Finalmente, recapacitó y dijo: “¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen pan en abundancia, y yo aquí me estoy muriendo de hambre! 18 Pero voy a levantarme, e iré con mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, 19 y no soy digno ya de ser llamado tu hijo; ¡hazme como a uno de tus jornaleros!’” 20 Y así, se levantó y regresó con su padre. Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y tuvo compasión de él. Corrió entonces, se echó sobre su cuello, y lo besó. 21 Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno ya de ser llamado tu hijo.” 22 Pero el padre les dijo a sus siervos: “Traigan la mejor ropa, y vístanlo. Pónganle también un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Vayan luego a buscar el becerro gordo, y mátenlo; y comamos y hagamos fiesta, 24 porque este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.” Y comenzaron a regocijarse.

25 »El hijo mayor estaba en el campo, y cuando regresó y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas. 26 Entonces llamó a uno de los criados, y le preguntó qué estaba pasando. 27 El criado le respondió: “Tu hermano ha vuelto, y tu padre ha ordenado matar el becerro gordo, porque lo ha recibido sano y salvo.” 28 Cuando el hermano mayor escuchó e sto, se enojó tanto que no quería entrar. Así que su padre salió a rogarle que entrara. 29 Pero el hijo mayor le dijo a su padre: “Aunque llevo tantos años de servirte, y nunca te he desobedecido, tú nunca me has dado siquiera un cabrito para disfrutar con mis amigos. 30 Pero ahora viene este hijo tuyo, que ha malgastado tus bienes con rameras, ¡y has ordenado matar el becerro gordo para él!” 31 El padre le dijo: “Hijo mío, tú siempre estás conmigo, y todo lo que tengo es tuyo. 32 Pero era necesario hacer una fiesta y regocijarnos, porque tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado.”»


Una maravillosa historia de arrepentimiento y de volverse a Dios. Una historia que puede ocasionar el quiebre de corazón de muchos y hasta las lágrimas. Y una historia que puede ser tan sólo simpática para algunos otros. ¿Por qué la diferencia? Porque muchos de nosotros nos encontramos, quizás, en la posición del hijo mayor. El hijo mayor representa a los creyentes fieles a Dios y a su iglesia. El hijo menor representa a las personas que alguna vez tuvieron una comunión con Dios, pero por causa del pecado la perdieron. El Padre representa a Dios en esta historia.
El hijo menor representa a los creyentes, quizás como nosotros, que toda nuestra vida hemos creído en Cristo y hemos sido parte de la iglesia por muchos años. Nunca tuvimos quizás la desgracia de caer en pecado o de apartarnos de Dios y de la iglesia de una forma tan drástica, como en la parábola, la separación del hijo menor de la casa del padre.
Esta parábola está dirigida en primer lugar a los contemporáneos de Jesús. El hijo menor que quiere irse de la casa del padre no son sólo los pecadores, sino también el pueblo de Israel que no quería confiar en y obedecer a Jesús como el Hijo de Dios. Y esto es un rechazo hacia Dios el Padre. Y así como sucedió con el pueblo de Israel, que rechazaban que Jesús tuviera contacto con pecadores, con los marginados de la religión judía, como los cobradores de impuestos y las prostitutas, así también Jesús quería que ellos fuesen compasivos con los pecadores. No con el pecado, pero sí con las personas apartadas de Dios.
Jesús quería mostrarles que la relación con Dios debe ser una relación de obediencia y de cumplimiento de sus mandatos, pero a la vez de mostrar hacia los pecadores el mismo amor y misericordia de Cristo para que ellos también puedan volver a tener una relación con Dios.
Así también, nos causa a nosotros, a veces, rechazo que, personas apartadas de Dios puedan obtener la gracia y el perdón, y comenzar a vivir una vida de plena de fe y confianza y de compromiso con la iglesia que, muchas veces nos impacta. Pues esta nueva comunión, llega a ser más comprometida que la nuestra. Tal fue el arrepentimiento y reconocimiento del hijo menor de lo que significa poder vivir otra vez una vida en comunión con el padre.

Dos mensajes esenciales provienen de esta parábola para nosotros hoy y aquí: que el pecado separa y rompe la comunión con Dios y que esto nos puede suceder a cualquiera de nosotros, no estamos exentos de esto. Y en segundo lugar que debemos ser compasivos con aquellos que se encuentran en pecado y tratar de amarlos para que puedan otra vez hallar el camino a Cristo.

Hoy me gustaría también hablar de lo que significa el concepto pecado. Jesús mismo usa esta expresión. Jesús no niega la existencia del pecado. El dice que: “Así también será en el cielo: habrá más gozo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse”. (Lc 15:7)
El hace una clara diferencia entre el que peca y el que no. Para él está claro que no son dos tipos de personas iguales.

La palabra pecado en nuestra sociedad, especialmente para los no creyentes, suena como una expresión anticuada. Es como algo del pasado, incluso caduco y retrógrado. Una palabra que sólo es utilizada en ciertas iglesias, pero quizás no en nuestro ámbito. Para nosotros no es una palabra anticuada. Es una palabra que sigue teniendo su vigencia. Pecado significa ni más ni menos separación de Dios, permanecer lejos de las leyes de Dios y del beneficio de su comunión.

¿Y en qué radica esta separación? O, ¿cómo podemos darnos cuenta de que vivimos separados de Dios? La única referencia que tenemos para comprobarlo es la Biblia. Cuando no vivimos nuestra vida de acuerdo a la palabra de Dios, estamos viviendo una vida a nuestra manera, y no como Dios quiere, es decir, no de acuerdo a su voluntad.
Hoy en día hay muchos que ponen en tela de juicio lo que dice la Biblia y creen tener más autoridad sobre ella al querer interpretarla a su conveniencia o anteponer otras filosofías o principios parta su interpretación. Hay muchos que cuestionan la Biblia, diciendo que la Biblia necesita ser reinterpretada o adaptada a nuestros tiempos, como si nuestra generación fuese la poseedora autorizada para dar otra interpretación u omitir partes de la Biblia de acuerdo a su parecer. Incluso escuché decir una vez: Dios no interviene en el mundo por medio de un ‘simple libro’—refiriéndose a la Biblia. Dicen que Dios aparece y se manifiesta de otras maneras. Y eso es cierto, Dios se manifiesta constantemente por medio de su Espíritu Santo, pero eso no contradice que El se ha manifestado más que nada a los seres humanos en la forma escrita de lo que hoy llamamos Biblia. Allí se expresa la Voluntad de Dios. Por eso debemos ser cautos de no confundir el ‘espíritu de este mundo’ (1 Co 2:12) con el Espíritu Santo de Dios. Cada vez que nos acercamos a la Biblia con fe y respeto a Dios, recibiremos un mensaje que va más allá de nuestra naturaleza humana.

Para Jesús, el pecado era algo claro. Significa estar separado de Dios. Vivir una vida que nada tiene que ver con su palabra. Jesús nunca discriminó a nadie. El siempre estuvo ahí cerca; se acercó a los pecadores, pero con la intención que se arrepintieran y se volviesen a Dios. Y lo consiguió, más que nada porque él es Dios, pero también por su amor al prójimo. Ese es el amor que Jesús nos manda a poner en práctica.

Hace un tiempo leí un pensamiento de Billy Graham que me gustó y dice: “El trabajo del Espíritu Santo es convencer, el trabajo de Dios es juzgar y el mío es amar”.
Tenemos que ver al mundo entero con los ojos de Jesús, digno de ser amado, pero no por eso aprobar lo que muchos estén haciendo que a lo mejor no coincida con la voluntad de Dios. Jesús no aprueba el pecado.
El echó del templo a los mercaderes que querían aprovecharse del pueblo y profanar y faltarle el respeto al templo; Acusó a Judas de traicionarlo; Enfrentó la vida corrupta de Zaqueo el recaudador de impuestos o la vida desordenada de la mujer samaritana; o la vida moralmente incorrecta de la adúltera. Si bien los aceptó a todos, también los perdonó “de su pecado” y les dijo más de una vez: “Vete, y no peques más” (Jn 8:11). También dijo: “Yo no he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores” (Lc 5:32)
La sociedad en la que vivimos, sin embargo, a veces no tan cristiana nos dice que hagamos todo lo que nos haga sentir bien, que hagamos lo que sintamos, que disfrutemos la vida, porque lo más importante es sentirnos felices y amar al mundo entero, con paz y felicidad y amor. Y eso es todo cierto; no contradice las promesas de Jesús cuando nos asegura una “vida en abundancia” (Jn 10:10) para todos los que le siguen. Pero esa vida en plenitud es una vida nueva en Cristo fundamentada en sus enseñanzas.
Cuando Jesús habla: “Tu hermano estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y lo hemos hallado”. Está hablando no sólo de una conversión, es decir, de empezar a creer en Cristo como el Hijo de Dios, sino también de un cambio de vida. No basta decir: creo en Dios, sino que se nos invita a vivir a Dios con nuestro modo de vida.
Si hoy le preguntáramos a Jesús, ¿de dónde podremos obtener la información para saber cuáles son las cosas que tú quieres que cambiemos de modo de poder estar otra vez en tu comunión? Seguramente Jesús nos diría:
“El que tiene mis mandamientos, y los obedece, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo lo amaré, y me manifestaré a él. ” (Juan 14:21) ¿Dónde se encuentran esos mandamientos? En la Palabra de Dios, la Biblia que es el fundamento de nuestra fe.
A lo largo de la historia de la salvación vemos en la Biblia y en la historia de la iglesia que Dios obraba y se manifestaba a través de su Espíritu en la vida personal, en las familias y en muchas comunidades que fueron fieles a su palabra, no es de otra manera.
Que Dios nos permita permanecer fieles a su Palabra que aún permanece. Y que, a través de nuestra obediencia, el Espíritu Santo puede obrar en medio de nosotros, para que nuestra vida se llene de la sabiduría de Dios y del verdadero amor de su Hijo Jesucristo. Pidamos perdón por aquellos pecados de los que somos conscientes para que Dios pueda transformarnos. Y que el favor y el gozo de Dios por haber vuelto a la casa del padre se hagan realidad. Amen