La Certeza de la Salvación: La Gracia de Dios más allá del Mérito

Sermón para el 17mo. domingo después de Pentecostés. 24.09.2023

Enzo Pellini

Mateo 20:1-16

20 »Asimismo, el reino de los cielos se parece a un propietario que salió de madrugada a contratar obreros para su viñedo. 2 Acordó darles la paga de un día de trabajo[a] y los envió a su viñedo. 3 Cerca de las nueve de la mañana,[b] salió y vio a otros que estaban desocupados en la plaza. 4 Les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo y les pagaré lo que sea justo”. 5 Así que fueron. Salió de nuevo a eso del mediodía, y luego a la media tarde e hizo lo mismo. 6 Alrededor de las cinco de la tarde, salió y encontró a otros más que estaban sin trabajo. Les preguntó: “¿Por qué han estado aquí desocupados todo el día?”. 7 “Porque nadie nos ha contratado”, contestaron. Él les dijo: “Vayan también ustedes a trabajar en mi viñedo”.

8 »Al atardecer, el dueño del viñedo ordenó a su capataz: “Llama a los obreros y págales su salario, comenzando por los últimos contratados hasta llegar a los primeros”. 9 Se presentaron los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde y cada uno recibió la paga de un día. 10 Por eso, cuando llegaron los que fueron contratados primero, esperaban recibir más. Pero cada uno de ellos recibió también la paga de un día. 11 Al recibirla, comenzaron a murmurar contra el propietario. 12 “Estos que fueron los últimos en ser contratados trabajaron una sola hora —dijeron—, y usted los ha tratado como a nosotros que hemos soportado el peso del trabajo y el calor del día”. 13 Pero él contestó a uno de ellos: “Amigo, no estoy cometiendo ninguna injusticia contigo. ¿Acaso no aceptaste trabajar por esa paga? 14 Tómala y vete. Quiero darle al último obrero contratado lo mismo que te di a ti. 15 ¿Es que no tengo derecho a hacer lo que quiera con mi dinero? ¿O te da envidia que yo sea generoso?”.

16 »Así que los últimos serán primeros y los primeros serán últimos».

***

Un joven tuvo una conversación con su amigo, quien era cristiano. El joven quería hablarle sobre la salvación en Cristo y le preguntó si sabía dónde iría después de esta vida. La respuesta de su amigo fue dubitativa. “Juan”, le dijo el amigo en respuesta, “si no sabes si irás al cielo, entonces irás ir al infierno”, así le dijo de manera directa. Este joven seguramente, después de fallecer, deseaba encontrarse con Dios. Sin embargo, siempre pensaba: “No podemos conocer eso. Eso lo determinará el Todopoderoso, si iré con Él o no”. ¿Por qué muchas personas responden de esta manera? Es una pregunta válida que tiene que ver con el mensaje de hoy.

El mensaje de hoy podría no ser del agrado de muchos, especialmente de aquellos que han sido criados en la fe y han creído que el acceso a Dios es una cuestión de méritos y sacrificios. Algo como si tuviéramos que acumular puntos en la vida para aprobar el examen de Dios y, quizás, acceder al cielo. Esta forma de pensar puede agotar a cualquiera, ya que nunca seremos lo suficientemente buenos como para complacer a Dios. La Palabra de Dios misma declara: “No hay quien haga bien… No hay quien haga lo bueno, no hay ni uno solo” (Salmo 53:1-3).

Además, esta perspectiva añade el agravante de la incertidumbre sobre si Dios nos aceptará en el cielo, y esta manera de pensar no está en línea con las enseñanzas bíblicas. Para citar un texto del Nuevo Testamento, Jesús nos asegura: “Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie las arrebatará de mi mano” (Juan 10:27-28). Aquellos de nosotros que pertenecemos a su rebaño, es decir, que hemos aceptado creer en Jesucristo como el Hijo del Dios Altísimo y le hemos entregado nuestra vida, debemos tener la certeza de que somos salvos. La lectura de hoy también respalda esta certeza.

Recientemente, escuché a una mujer aparentemente inteligente y competente, una candidata política para las próximas elecciones en Argentina, siendo entrevistada por un periodista en una especie de pregunta y respuesta rápida. El periodista le preguntó: “¿Qué hay después de la muerte?” Y ella respondió: “Dios. La vida eterna”. Luego, el periodista le preguntó: “¿Y tú irás allá?”, a lo que la candidata respondió: “No lo sé, eso lo decidirá Dios”. ¿Has escuchado respuestas como estas? Yo las he escuchado toda mi vida, pero si somos cristianos, esta respuesta es incorrecta. No se trata de ser arrogantes u orgullosos, ni de faltar al respeto a Dios, porque la salvación es un regalo, inmerecido. En la Biblia, Dios nos promete que alcanzaremos la salvación no por nuestros méritos. Nadie puede ganarse el cielo siguiendo la lógica humana del rendimiento y el mérito. No es así. Dios nos promete su salvación a todos los que creen. De hecho, hay un versículo en el que Pablo le dice al carcelero en Filipos: “Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu familia” (Hechos 16:31), lo que confirma la certeza de la salvación.

Entonces, ¿cómo debemos responder si iremos al cielo? Si verdaderamente creemos en Jesucristo como el Hijo de Dios y aceptamos seguirlo, debemos decir: “Sí, iré al cielo”, porque esa es la condición y la promesa.

Cuando empezamos a creer en Dios de esta manera, es decir, de la manera en que Dios quiere que vivamos nuestra fe, y no de acuerdo a los valores de este mundo que no cree en Dios, o que aún no conoce plenamente la Palabra de Dios, entonces comenzamos a vivir una vida espiritualmente rica. Ser cristiano y tener la certeza y seguridad de lo que sucederá después de esta vida, en lugar de conformarnos con hablar en el lenguaje y la sabiduría del mundo que no cree en Dios, nos llena de alegría y felicidad. Cuando realmente comprendemos la esencia de la Palabra de Dios, que, por cierto, es fácil de descubrir y entender, sólo tenemos que comenzar a leerla, nuestras dudas existenciales comienzan a despejarse y vivimos una fe plena, llena de las bendiciones y la alegría que el Espíritu Santo puede dar.

Es muy triste vivir una vida en la que no estamos seguros de lo que sucederá después de nuestra muerte. Es muy triste vivir una vida en la que los estándares de rendimiento y mérito humano rigen nuestro valor en la sociedad. Es muy triste creer que todo lo que logramos en la vida es resultado de nuestro propio trabajo, esfuerzo y habilidad, en lugar de poner a Dios en el primer lugar de nuestras vidas. Las bendiciones de Dios comienzan cuando lo colocamos en primer lugar, no al revés. Cuando ponemos nuestra fe como la condición principal en nuestra relación con Dios, entonces Dios nos concede la salvación. Es posible que cometamos muchos errores y pecados en la vida, pero si vivimos en una relación con Dios, él siempre nos considerará una prioridad, no debido a nuestra perfección, habilidad o rendimiento humano, sino debido a nuestra entrega sincera a él.

Hoy hemos leído una parábola que puede parecer extraña a primera vista. Extraña porque va en contra de lo que la sociedad que no cree en Dios piensa, y contradice la sabiduría popular.

Al atardecer, el dueño del viñedo ordenó a su capataz: “Llama a los obreros y págales su salario, comenzando por los últimos contratados hasta llegar a los primeros”. Los obreros que habían sido contratados cerca de las cinco de la tarde se presentaron y cada uno recibió el salario de un día. Por lo tanto, cuando llegaron los que habían sido contratados primero, esperaban recibir más. Pero cada uno de ellos también recibió el salario de un día. Los obreros que habían trabajado todo el día se indignaron. Su indignación no se debía al trato que habían acordado con el patrón, ya que el patrón había actuado de manera justa al prometerles el salario de un día. Se indignaron porque, según su concepto de mérito y sacrificio, los demás deberían haber recibido menos.

En esta historia, el dueño de la viña representa a Dios. Los obreros que habían estado trabajando durante más tiempo eran los que pertenecían al pueblo de Dios, es decir, el pueblo de Israel, que incluía a los en apariencia más fervientes seguidores de Dios, como los escribas y maestros de la ley. No podían soportar la idea de que la salvación de Dios también pudiera otorgarse a los recién llegados, es decir, a aquellos que comenzaban a creer, e incluso a los extranjeros y paganos que no pertenecían originalmente al pueblo judío. Sin embargo, Dios, al igual que el dueño de la viña, tiene el derecho de hacer lo que quiera con su gracia. Y, debido a su bondad, decidió darles la misma recompensa a todos. Esto causó envidia no sólo entre los obreros de la parábola, sino también entre los maestros de la ley judíos.

Dios nos está ofreciendo la salvación como un regalo, aunque, como algunos teólogos han señalado, este regalo, si bien gratuito, no es barato. Requiere aprecio por nuestra parte. La condición es creer en Jesucristo como el Hijo de Dios y aceptarlo como el Señor de nuestras vidas. Cuando decimos “Señor”, estamos reconociendo su autoridad sobre nuestras vidas, y queremos seguirlo y obedecerlo desde lo más profundo de nuestro corazón. Lo obedeceremos mejor o peor, eso lo evaluará Dios. Pero ninguno de nosotros es perfecto. Algunos podrían ser mejores que otros, algunos podrían haber trabajado más para Dios que otros, pero Dios, porque es bueno, no se enfoca en nuestro desempeño o mérito según los estándares del mundo. Sus parámetros se basan en Su amor y en el amor que le mostramos. Expresamos ese amor a través de nuestra fe, nuestra entrega sincera a Dios y nuestro amor por su Iglesia y sus mandamientos. Que Dios nos conceda hoy la certeza de la salvación que proviene sólo a través de nuestra fe en él. Que Dios nos permita abrir los ojos y comprender que si realmente queremos triunfar y prosperar en esta vida, nuestra meta debe ser ponerlo a él en primer lugar en nuestras vidas terrenales. Amén

The Certainty of Salvation: God’s Grace Beyond Merit

Sermon for the 17th Sunday after Pentecost- 09/24/2023

Rev. Enzo Pellini

Matthew 20:1-16

“For the kingdom of heaven is like a landowner who went out early in the morning to hire workers for his vineyard. 2 He agreed to pay them a denarius[a] for the day and sent them into his vineyard.

3 “About nine in the morning he went out and saw others standing in the marketplace doing nothing. 4 He told them, ‘You also go and work in my vineyard, and I will pay you whatever is right.’ 5 So they went.

“He went out again about noon and about three in the afternoon and did the same thing. 6 About five in the afternoon he went out and found still others standing around. He asked them, ‘Why have you been standing here all day long doing nothing?’

7 “‘Because no one has hired us,’ they answered.

“He said to them, ‘You also go and work in my vineyard.’

8 “When evening came, the owner of the vineyard said to his foreman, ‘Call the workers and pay them their wages, beginning with the last ones hired and going on to the first.’

9 “The workers who were hired about five in the afternoon came and each received a denarius. 10 So when those came who were hired first, they expected to receive more. But each one of them also received a denarius. 11 When they received it, they began to grumble against the landowner. 12 ‘These who were hired last worked only one hour,’ they said, ‘and you have made them equal to us who have borne the burden of the work and the heat of the day.’

13 “But he answered one of them, ‘I am not being unfair to you, friend. Didn’t you agree to work for a denarius? 14 Take your pay and go. I want to give the one who was hired last the same as I gave you. 15 Don’t I have the right to do what I want with my own money? Or are you envious because I am generous?’

16 “So the last will be first, and the first will be last.”

***

A young man had a conversation with his friend, who was a Christian. The young man wanted to talk to him about salvation in Christ and asked him if he knew where he would go after this life. His friend’s response was hesitant. “John,” his friend responded, “if you don’t know if you’ll go to heaven, then you’ll go to hell,” he said bluntly. This young man surely, after passing away, wished to meet God. However, he always thought, “We can’t know that. The Almighty will determine whether I’ll be with Him or not.” Why do many people respond this way? It’s a valid question related to today’s message.

Today’s message might not be to the liking of many, especially those who have been raised in the faith and have believed that access to God is a matter of merits and sacrifices. It’s as if we have to accumulate points in life to pass God’s test and, perhaps, gain access to heaven. This way of thinking can be exhausting because we can never be good enough to please God. The Word of God itself declares, “There is none who does good… There is none who does good, not even one” (Psalm 53:1-3).

Furthermore, this perspective adds the aggravation of uncertainty about whether God will accept us into heaven, and this way of thinking is not in line with biblical teachings. To quote a text from the New Testament, Jesus assures us: “My sheep listen to my voice; I know them, and they follow me. I give them eternal life, and they shall never perish; no one will snatch them out of my hand” (John 10:27-28). Those of us who belong to His flock, meaning we have accepted to believe in Jesus Christ as the Son of the Most High God and have surrendered our lives to Him, should have the certainty that we are saved. Today’s reading also supports this certainty.

Recently, I heard an apparently intelligent and capable woman, a political candidate for the upcoming elections in Argentina, being interviewed by a journalist in a rapid-fire question-and-answer session. The journalist asked her, “What comes after death?” She replied, “God. Eternal life.” Then, the journalist asked, “Will you go there?” to which the candidate responded, “I don’t know; that’s for God to decide.” Have you heard answers like these? I’ve heard them all my life, but if we are Christians, this response is incorrect. It’s not about being arrogant or proud, or disrespecting God because salvation is an undeserved gift. In the Bible, God promises us that we will attain salvation not by our merits. No one can earn heaven by following human logic of performance and merit. It doesn’t work that way. God promises us salvation to all who believe. In fact, there is a verse where Paul tells the jailer in Philippi, “Believe in the Lord Jesus, and you will be saved, you and your household” (Acts 16:31), confirming the certainty of salvation.

So, how should we respond if we will go to heaven? If we truly believe in Jesus Christ as the Son of God and accept to follow Him, we should say, “Yes, I will go to heaven,” because that is the condition and the promise.

When we start believing in God in this way, as God wants us to live our faith, and not according to the values of this world that don’t believe in God or don’t fully know the Word of God yet, we begin to live a spiritually rich life. Being a Christian and having the certainty and assurance of what will happen after this life, instead of settling for speaking the language and wisdom of a world that doesn’t believe in God, fills us with joy and happiness. When we truly understand the essence of God’s Word, which is easy to discover and understand, we just have to start reading the Bible, our existential doubts begin to clear up, and we live a full faith, filled with the blessings and joy that the Holy Spirit can provide.

It’s very sad to live a life in which we are not sure about what will happen after our death. It’s very sad to live a life in which the standards of human performance and merit rule our worth in society. It’s very sad to believe that everything we achieve in life is the result of our own work, effort, and ability, instead of putting God first in our lives. God’s blessings begin when we put Him first, not the other way around. When we make faith the primary condition in our relationship with God, then God grants us salvation. We may make many mistakes and commit sins in life, but if we live in a relationship with God, He will always prioritize us, not because of our perfection, ability, or human performance but because of our sincere dedication to Him.

Today, we read a parable that may seem strange at first glance. Strange because it goes against what a society that doesn’t believe in God thinks and contradicts popular wisdom.

At sunset, the owner of the vineyard instructed his foreman, “Call the workers and pay them their wages, beginning with the last ones hired and going on to the first.” The workers who were hired near five in the afternoon came and each received the pay for a full day’s work. Therefore, when those who were hired first came, they expected to receive more. But each one of them also received a full day’s pay.

In this story, the vineyard owner represents God. The workers who had been working for a longer time were those who belonged to the people of God, namely the people of Israel, which included apparently more fervent followers of God, such as the scribes and teachers of the law. They couldn’t bear the idea that God’s salvation could also be granted to newcomers, those who were just beginning to believe, and even to foreigners and pagans who didn’t originally belong to the Jewish people. However, God, like the vineyard owner, has the right to do as He pleases with His grace. And because of His goodness, He decided to give the same reward to everyone. This not only caused envy among the workers in the parable but also among the Jewish teachers of the law.

God is offering us salvation as a gift, although, as some theologians have pointed out, this gift, although free, is not cheap. It requires appreciation on our part. The condition is to believe in Jesus Christ as the Son of God and accept Him as the Lord of our lives. When we say “Lord,” we are acknowledging His authority over our lives, and we want to follow and obey Him from the bottom of our hearts. We may obey Him better or worse, and that will be assessed by God. But none of us is perfect. Some may be better than others, some may have worked more for God than others, but God, because He is good, doesn’t focus on our performance or merit according to the world’s standards. His parameters are based on His love and the love we show to Him. We express that love through our faith, our sincere dedication to God, and our love for His Church and His commandments.

May God grant us the certainty of salvation that comes only through our faith in Him today. May God open our eyes and help us understand that if we truly want to succeed and prosper in this life, our goal should be to place Him first in our earthly lives. Amen.

Forgive and Be Set Free

Sermon for the 16th Sunday after Pentecost- 09/17/2023

Rev. Enzo Pellini

Matthew 18:21-35

21 Then Peter came to Jesus and asked, “Lord, how many times shall I forgive my brother or sister who sins against me? Up to seven times?”

22 Jesus answered, “I tell you, not seven times, but seventy-seven times.

23 “Therefore, the kingdom of heaven is like a king who wanted to settle accounts with his servants. 24 As he began the settlement, a man who owed him ten thousand bags of gold was brought to him. 25 Since he was not able to pay, the master ordered that he and his wife and his children and all that he had be sold to repay the debt.

26 “At this the servant fell on his knees before him. ‘Be patient with me,’ he begged, ‘and I will pay back everything.’ 27 The servant’s master took pity on him, canceled the debt and let him go.

28 “But when that servant went out, he found one of his fellow servants who owed him a hundred silver coins. He grabbed him and began to choke him. ‘Pay back what you owe me!’ he demanded.

29 “His fellow servant fell to his knees and begged him, ‘Be patient with me, and I will pay it back.’

30 “But he refused. Instead, he went off and had the man thrown into prison until he could pay the debt. 31 When the other servants saw what had happened, they were outraged and went and told their master everything that had happened.

32 “Then the master called the servant in. ‘You wicked servant,’ he said, ‘I canceled all that debt of yours because you begged me to. 33 Shouldn’t you have had mercy on your fellow servant just as I had on you?’ 34 In anger his master handed him over to the jailers to be tortured, until he should pay back all he owed.

35 “This is how my heavenly Father will treat each of you unless you forgive your brother or sister from your heart.”

***

The essence of today’s text focuses on the importance of forgiveness and mercy in the lives of Jesus’ followers. The passage teaches us that we should forgive unconditionally and generously, without setting rigid limits on how many times we should forgive those who have hurt us. Instead, we are urged to forgive repeatedly, no matter how many times we are offended.

The parable in this passage illustrates the idea that, since we have received God’s forgiveness and mercy, we should reflect that grace in our relationships with others. The servant forgiven a massive debt but then refuses to forgive another servant for a much smaller debt highlights the importance of forgiving from the heart and not holding onto resentment.

Today, Jesus speaks to us about forgiveness as a fundamental principle in faith and an essential part of living a life of love, compassion, and reconciliation with others. Jesus calls us to forgive as we have been forgiven and to free ourselves from the burden of resentment to find inner peace and maintain healthy relationships. Furthermore, we are warned about the serious consequences of not forgiving, both in our human relationships and in our relationship with God.

Today’s message, related to last Sunday’s message that urged us to resolve conflicts within the Christian community, is about taking another step: addressing the root of all conflict through the act of forgiveness. This topic has two sides: firstly, we must forgive because God commands it. Just as God was merciful to us in forgiving our original sin, our separation from Him, and our journey to becoming His followers through baptism, accepting us into His flock as children of God, we must have the same permanent disposition to forgive our neighbors. Secondly, we have to forgive because it benefits us, does us good, improves us, and keeps us healthy. Lack of forgiveness not only brings spiritual imbalance and mental difficulties but also physical illness.

It is difficult to ask for forgiveness, humble ourselves, and admit that we were wrong, no doubt. One of the biggest dilemmas we face in our lives is choosing between seeking forgiveness or clinging to our pride. Why is forgiveness difficult for us? This can be explained as obstacles that prevent us from forgiving:

Intense emotional wounds: When someone has hurt us deeply, whether emotionally, physically, or psychologically, it is natural to feel deep distress and resentment. Healing these wounds can be a long and complicated process, making forgiveness challenging.

Pride and ego: Our pride and ego can interfere with our ability to forgive. Sometimes, we may think that forgiving makes us appear weak or makes us feel like we are losing control of the situation. This can hinder the process of forgiving someone.

Lack of understanding the other person’s feelings, i.e., lack of empathy: Sometimes, it’s difficult to forgive when we can’t understand why the other person acted that way or how they felt at that moment. This can make forgiveness a challenge.

Fear of being hurt again: If we have been hurt in the past by the same person or type of situation, we may be afraid to forgive and open ourselves to the possibility of being hurt again. This can lead to resistance to forgiveness.

Desiring the person who caused harm to receive punishment: Sometimes, we want the person who hurt us to be punished for what they did instead of forgiving. We believe it is important for them to face the consequences of their actions.

Culture of revenge: This is something we need to mention today. Many times, even within Christian communities, we allow different types of ideologies or false theologies to infiltrate, as well as popular wisdom or the worldly way of thinking that often has nothing to do with the Gospel. In this case, you may have heard the sad phrase: “I forgive but I don’t forget,” for example, or “I forgive only once,” etc., which are clichés and common phrases that are repeated and seem to be trendy. In our (worldly) culture and in many social contexts, revenge is considered a more acceptable response than forgiveness. This can influence our willingness to forgive, as we may feel external pressure to seek retaliation instead of forgiveness. And that popular philosophy has nothing to do with the gospel. Today, Jesus tells us that we must forgive even up to 490 times, for example, meaning always.

Not knowing how to deal with feelings: Some people may not know what to do with feelings of anger, rage, and pain they experience. Instead of facing and resolving them, it may be easier to stay angry rather than forgive.

Complicated circumstances: Sometimes, it’s not clear whom or what we should forgive. On occasions, it can be confusing to know whom or what to forgive, especially when multiple people or situations are involved. Or when the people who hurt us are no longer around or have passed away. This can make the forgiveness process complicated.

Nevertheless, Jesus tells us today that we must make the effort to forgive. Even people from our past, those who have passed away, for example. Forgiveness is not an act of feelings but an act of the will. That is, we can choose to forgive, not wait to emotionally feel capable of forgiving. It’s difficult, yes, of course it’s difficult, but it becomes easier when we handle it that way, as a decision of the will and not of the emotions, and also as an act of obedience to God. What happens to those forgiven? Will they accept our forgiveness, value our forgiveness? That will be up to them. If they do not accept forgiveness, they will have to give an account before God, just as it happened with the unmerciful  servant in Jesus’ parable.

In the case of people who are no longer with us, we can still free ourselves and forgive. We can say out loud and simply, for example: “I forgive you, I have decided to forgive you because Jesus asks it of me.”

When we gather all our possible strength and go back on our words and express the opposite of pride: “Forgive me, I was wrong.” Needless to say, everything changes from that moment on because once we say that “magic” word, every barrier falls, and we rebuild our relationships.

Many times, we cannot enjoy our lives because we have unresolved issues with others. And I’m not referring to the financial aspect but to the realm of our emotions. In fact, many health professionals agree that a large part of modern diseases arise from unresolved issues with other people. In other words, the lack of humility to take the brave step of asking for forgiveness (or also accepting forgiveness when others ask it of us for things they did) can lead to psychosomatic illnesses (something that begins in the soul and soon affects various parts of our body). Many professionals and healers affirm that, no matter how horrible the situation may seem, if we are willing to release and forgive, we can heal practically anything. And in the church, we know that where there is forgiveness, the Holy Spirit of God is manifested in the community, because the lack of forgiveness grieves the Spirit of God (Ephesians 4:30-32).

It’s true. Many of our consultations with psychologists, our conversations with religious people, and our investments in self-help books stem from the search for elements that give us courage and meaning when others have mistreated us. That is, we seek how to reaffirm ourselves and even desire to rid ourselves of burdens in order to forgive.

But you know something? Throughout our lives, there are various occasions when we are the ones in the wrong and have to ask for forgiveness.

King David wrote: “When I kept silent, my bones wasted away    through my groaning all day long. Then I acknowledged my sin to you    and did not cover up my iniquity. I said, “I will confess my transgressions to the Lord.” And you forgave the guilt of my sin.” (Psalm 32:3, 5).

Here’s a practical suggestion for this new week. I encourage you to ask for forgiveness from those you have offended, if applicable, or to accept forgiveness from those who have asked it of you. Make that call, write that email, meet with those people for that reason, and even pray with the words of the Psalm. But most importantly, to live a blessed life, which means spiritual, mental, and physical health, let’s free ourselves today from all emotional burdens by saying: “I’m sorry, I was wrong” or “Yes, I accept your forgiveness.”

The peace of God, which transcends all understanding, will guard your hearts and your minds in Christ Jesus. Amen

El Poder del Perdón: Liberación y Sanidad

Sermon para el 16to. Domingo después de Pentecostes- 17/09/2023
Rev. Enzo Pellini
Mateo 18:21-35

21 Pedro se acercó a Jesús y preguntó:

—Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?

22 —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete —contestó Jesús—

23 »Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al comenzar a hacerlo, se presentó uno que le debía diez mil monedas de oro. 25 Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. 26 El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —rogó—, y se lo pagaré todo”. 27 El señor se compadeció de su siervo, perdonó su deuda y lo dejó en libertad.

28 »Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, exigió. 29 Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —rogó—, y te lo pagaré”. 30 Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. 31 Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. 32 Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le dijo—, te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. 33 ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?”. 34 Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.

35 »Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano».


La esencia del texto de hoy se centra en la importancia del perdón y la misericordia en la vida de los seguidores de Jesús. El pasaje nos enseña que debemos perdonar de manera incondicional y generosa, sin establecer límites rígidos en la cantidad de veces que debemos perdonar a quienes nos han herido. En lugar de eso, se nos insta a perdonar repetidamente, sin importar cuántas veces se nos ofenda.

La parábola en este pasaje ilustra la idea de que, dado que hemos recibido el perdón y la misericordia de Dios, debemos reflejar esa gracia en nuestras relaciones con los demás. El siervo perdonado por una deuda inmensa pero que luego se niega a perdonar a otro siervo por una deuda mucho menor destaca la importancia de perdonar de corazón y no retener el resentimiento.

Hoy, Jesús nos habla de que el perdón es un principio fundamental en la fe y una parte esencial de vivir una vida de amor, compasión y reconciliación con los demás. Jesús nos llama a perdonar como hemos sido perdonados y a liberarnos del peso del resentimiento para encontrar la paz interior y mantener relaciones saludables. Además, se nos advierte sobre las graves consecuencias de no perdonar, tanto en nuestras relaciones humanas como en nuestra relación con Dios.

El mensaje de hoy, relacionado con el mensaje del domingo pasado en el que se nos decía que debíamos solucionar los conflictos dentro de la comunidad cristiana, tiene que ver con un paso más: la solución de raíz de todo conflicto que tiene lugar con el acto del perdón. Este tema tiene dos facetas: en primer lugar, debemos perdonar porque Dios lo pide. Así como Dios fue misericordioso con nosotros al perdonar nuestro pecado original, es decir, nuestro distanciamiento de Él y nuestro acercamiento a comenzar a ser Sus seguidores a través del bautismo, y al aceptarnos en Su redil como hijos de Dios, así también debemos tener la misma disposición permanente para perdonar a nuestros prójimos. Y en segundo lugar, tenemos que perdonar porque nos conviene, nos hace bien, nos mejora, nos mantiene sanos. La falta de perdón no sólo nos trae desequilibrio espiritual y dificultades mentales, sino que también nos enferma físicamente.

Es difícil pedir perdón, humillarse y admitir que nos hemos equivocado, sin duda. Una de las encrucijadas más grandes que debemos enfrentar en nuestra vida es optar entre pedir perdón o seguir aferrados a nuestro orgullo. ¿Por qué nos resulta difícil perdonar? Esto podemos explicarlo, como trabas que nos impiden perdonar:

Heridas emocionales intensas: Cuando alguien nos ha herido gravemente, ya sea emocional, física o psicológicamente, es natural sentir una profunda aflicción y resentimiento. El proceso de sanar estas heridas puede ser largo y complicado, lo que dificulta el perdón.

Orgullo y ego: Nuestro orgullo y ego pueden interferir con la capacidad de perdonar. A veces, podemos pensar que perdonar nos hace parecer débiles o nos hace sentir como si estuviéramos perdiendo el control de la situación. Esto puede dificultar el proceso de perdonar a alguien.

No poder entender los sentimientos de la otra persona, es decir no tener empatía: A veces, es difícil perdonar cuando no podemos entender por qué la otra persona actuó de esa manera o cómo se sintió en ese momento. Esto puede hacer que nos cueste perdonar.

Miedo a ser heridos nuevamente: Si hemos sido heridos en el pasado por la misma persona o tipo de situación, podemos tener miedo de perdonar y abrirnos a la posibilidad de ser heridos nuevamente. Esto puede llevar a la resistencia al perdón.

Querer que la persona que hizo daño reciba un castigo: A veces, queremos que la persona que nos lastimó sea castigada por lo que hizo en lugar de perdonar. Creemos que es importante que enfrenten las consecuencias de sus acciones.

Cultura de la venganza: Esto es algo que debemos mencionar hoy. Muchas veces he observado que, incluso dentro de las comunidades cristianas, permitimos que se filtren distintos tipos de ideologías o falsas teologías, así como la sabiduría popular o la manera de ser del mundo que, muchas veces, nada tiene que ver con el Evangelio. En este caso, es posible que hayan escuchado la triste frase: “Yo perdono pero no olvido”, por ejemplo o “yo perdono sólo una vez”, etc., que son clichés y frases hechas que se repiten de boca en boca y parecen ser frases de moda. En nuestra cultura (mundana) y en muchos contextos sociales, la venganza se considera una respuesta más aceptable que el perdón. Esto puede influir en nuestra disposición a perdonar, ya que podemos sentir presiones externas para buscar represalias en lugar de perdonar. Y esa filosofía popular no tiene nada que ver con el evangelio. Hoy, Jesús nos dice que debemos perdonar hasta 490 veces, por ejemplo, queriendo decir siempre.

No saber cómo lidiar con los sentimientos: Algunas personas pueden no saber muy bien qué hacer con los sentimientos de enojo, furia y dolor que experimentan. En lugar de enfrentarlos y resolverlos, pueden encontrar más fácil quedarse enojadas en lugar de perdonar.

Circunstancias complicadas: A veces, no está claro a quién o qué debemos perdonar. En ocasiones, puede ser confuso saber a quién o qué debemos perdonar, especialmente cuando varias personas o situaciones están involucradas. O cuando las personas que nos han hecho daño ya no están o han fallecido. Esto puede hacer que el proceso de perdón sea complicado.

No obstante, Jesús nos dice hoy que debemos hacer el esfuerzo de perdonar. Aún a las personas de nuestro pasado , ya fallecidas, por ejemplo. El perdón no es un acto de los sentimientos, sino un acto de la voluntad. Es decir, podemos decidir perdonar, no esperar a sentirnos capaces sentimentalmente de perdonar. Es difícil, sí, claro que es difícil, pero es más fácil cuando lo manejamos de esa manera, como una decisión de la voluntad y no de los sentimientos, y además como una forma de obediencia a Dios. ¿Qué pasa con las personas perdonadas? ¿Aceptarán nuestro perdón, valorarán nuestro perdón?, eso quedará en ellos. Si ellos no aceptan el perdón, tendrán que dar cuentas delante de Dios, de la misma manera que sucedió con el siervo despiadado de la parábola de Jesús.
En el caso de las personas que ya no están también podemos liberarnos y perdonar: podemos decir por ejemplo en voz alta y simplemente: Te perdono, he decidido perdonarte, porque Jesús me lo pide.

Cuando reunimos todas nuestras fuerzas posibles y volvemos sobre nuestras palabras y expresamos lo contrario al orgullo: “Perdón, me equivoqué”. De más está decir que todo cambia a partir de ese momento, pues una vez que decimos esa palabra “mágica”, toda barrera cae por tierra y reconstituimos nuestras relaciones.

Muchas veces no logramos disfrutar de nuestra vida porque tenemos cuentas pendientes con los demás. Y no me refiero al aspecto económico, sino al ámbito de nuestras emociones. Es más, muchos profesionales de la salud aseguran que gran parte de las enfermedades modernas surgen como fruto de cuestiones no resueltas con otras personas. En otras palabras, la falta de humildad para dar el paso de valentía y pedir perdón (o también aceptar el perdón cuando vienen a pedirnos el perdón por cosas que nos hicieron) puede llegar a producir enfermedades psicosomáticas (algo que comienza en el alma y muy pronto afecta a distintas partes de nuestro cuerpo). Muchos profesionales y sanadores afirman que, por muy horrible que parezca la situación, si estamos dispuestos a liberar y perdonar, podemos curar prácticamente cualquier cosa. Y en la iglesia sabemos que cuando hay perdón allí se manifiesta el Espíritu Santo de Dios en la comunidad, pues la falta de perdón contrista al Espíritu de Dios. (Ef 4:30-32)

Es cierto. Muchas de nuestras consultas a los psicólogos, nuestras charlas frente a una persona religiosa y nuestras inversiones en libros de autoayuda tienen su origen en la búsqueda de elementos que nos den valor y sentido cuando otros nos han maltratado. Es decir, buscamos cómo reafirmarnos e incluso deseamos librarnos de las cargas para poder perdonar.

¿Pero saben algo? A lo largo de nuestras vidas, existen diversas ocasiones en las que nosotros somos los equivocados y tenemos que pedir perdón.

El rey David escribió: “Mientras guardé silencio, mis huesos se fueron consumiendo por mi gemir de todo el día. Pero te confesé mi pecado y no te oculté mi maldad. Me dije: ‘Voy a confesar mis transgresiones al Señor’. Y tú perdonaste la culpa de mi pecado” (Salmo 32:3,5).

Es una buena sugerencia práctica para esta nueva semana. Los animo a pedir perdón a quienes hayan ofendido, si es el caso, o a aceptar el perdón de los que les hayan pedido perdón. Hagan esa llamada, escriban ese correo electrónico, encuéntrense con esas personas por ese motivo y hasta oren con las palabras del salmo. Pero lo más importante para poder vivir una vida en bendición, es decir, en sanidad espiritual, mental y física, liberémonos hoy mismo de toda carga emocional, diciendo: “Perdón, me equivoqué” o, “Sí, acepto tu perdón”.
Amen.

Dar y ayudar generan sentido y plenitud de vida

Rev. Enzo Pellini
Lucas 10:25-37

25 En esto se presentó un experto en la ley y, para poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:

—Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?

26 Jesús replicó:

—¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo la interpretas tú?

27 Como respuesta el hombre citó:

—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.

28 —Bien contestado —le dijo Jesús—. Haz eso y vivirás.

29 Pero él quería justificarse, así que le preguntó a Jesús:

—¿Y quién es mi prójimo?

30 Jesús respondió:

—Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto. 31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo. 32 Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo. 33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él. 34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó. 35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata[c] y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”. 36 ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

37 —El que se compadeció de él —contestó el experto en la ley.

—Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.


Es interesante ver que hay mucha gente que cuando hay personas pasando por un tiempo de necesidad, tratan de escurrirse o esquivarlo en tanto sea posible de asistir a los demás. A veces no nos gusta involucrarnos por miedo, por el hecho de salir de nuestra zona de confort o por un gran individualismo. He notado que en países donde hay más carencia material a la vez hay más gente que da y ayuda más, o es más solidaria entre sí. No sé cuáles son las razones, pero seguramente la falta de solidaridad nunca trae bendición a la gente. Hoy Jesús nos ordena a ser solidarios, esto es ayudar al otro en necesidad, por supuesto con los recursos que sí tenemos, no con cosas imposibles de hacer. Esto es además el fruto, la esencia o la prueba de toda vida cristiana vivida como Dios manda.

Lo que sí es cierto es que cuando salimos de nuestra zona de confort para ayudar a otros e incumbirnos con las necesidades de los otros comenzamos a ver que hay una vida diferente, quizás diferente a la nuestra, que la vida no es sólo nosotros sino también los demás. Comenzamos a descubrir las bendiciones de Dios en nuestra vida, le encontramos el sentido y el propósito a la vida y comenzamos a sentirnos mejor y más felices. Esto es sin duda pues el Espíritu Santo comienza a obrar por ser obedientes a Dios.

En el día de hoy nos topamos con un versículo clave del nuevo testamento. Es el llamado mandamiento más importante que Jesús nos deja:
—“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente”, y: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
En sermones pasados hemos hablado de la importancia de obtener la salvación por medio de la fe, es decir de la entrega a Dios. En este día la parábola del buen samaritano hace hincapié en no olvidarnos de la segunda parte de este mandamiento que es el amor al prójimo.
Muchos interpretan que la primera parte de este mandamiento, es decir el amar a Dios tiene lugar cuando amamos a nuestro prójimo, sí es verdad, pero no hay que olvidar qué significa amar a Dios: Amamos a Dios cuando hemos decidido creer en él. Amamos a Dios cuando hemos decidido creer en su Hijo Jesucristo como enviado al mundo para salvarnos de nuestro pecado, es decir nuestro redentor. Amamos a Dios cuando ponemos en primer lugar nuestra adoración a Dios al asistir a la iglesia una vez a la semana en compañía de otros que también creen y confiesan a Dios. Allí le alabamos, le adoramos, escuchamos su palabra, confesamos nuestros pecados en comunidad y somos bendecidos por su cuerpo y sangre. Esto es amar a Dios, en primer lugar.
Y amar al prójimo, el tema de este domingo, es más fácil de entender. La parábola del buen samaritano también es fácil de entender no hacen falta muchas explicaciones.
La palabra prójimo como dijimos significa cualquier persona que se encuentra a nuestro lado en cualquier momento del día.

El otro día estaba cambiando el cartel de la iglesia. Quería terminar rápido para hacer otras cosas. Y de repente veo a un hombre en bicicleta que se acerca a preguntarme cosas. En un primer lugar sentí que interrumpía lo que estaba haciendo. Después me di cuenta que esta persona necesitaba hablar conmigo. Allí pensé, esta persona es mi prójimo ahora. Me comenzó a contar muchas cosas sobre su vida de fe y su relación con la iglesia. Y al final me pareció una conversación significativa. Y creo que de eso se trata cuando Dios nos pide dar para nuestro prójimo, muchas veces ese dar también incluye nuestro tiempo para los demás, como el tiempo que dispuso el buen samaritano.

Amar a nuestro prójimo a partir de la lectura para hoy es dar, ayudar materialmente. Y ayudar materialmente a aquellos con los cuales siquiera podamos tener una relación, parentesco o afinidad en algún sentido. Es por eso que los cristianos somos llamados a dar a los necesitados, con generosidad como lo hizo el samaritano.

Recuerdo una vez que yo iba a visitar a una familia en un pequeño pueblo que tenían un negocio. De vez en cuando entraba al negocio algún indigente y pedía. Sucedió varias veces durante mis visitas. Y la señora siempre respondía: ‘no, hoy no tengo’. Luego se volvía hacía mí y como queriendo justificarse decía: ‘¡Todos los días viene alguien a pedir, no se le puede dar a todo el mundo!’ Por su puesto yo no era nadie para juzgar. Esas cosas son cosas personales que sólo deben ser analizadas con un corazón sabio en la persona misma. Aunque a veces hay personas que siguen afirmando esto: ‘no se le puede dar a todo el mundo y con esa justificación nunca dan a nadie’. A veces como cristianos este es un tema que nos preocupa. ¿Cómo hacer para dar? Hay muchas iglesias, instituciones y obras de caridad de todo tipo de orígenes. Muchas veces vemos por televisión avisos conmovedores que rompen nuestro corazón con imágenes de personas necesitadas para movernos a dar. Y muchas veces es verdad. Y también es verdad que hay personas que dan mucho dinero para estos fines. Recuerdo que también había un miembro de nuestra iglesia que tenía un diploma colgado en su living pues había dado muchísimo dinero para estas obras. Y en el diploma decía: “Fulano, tú te has ganado un trono dorado en el cielo por tus donaciones” Ese era el certificado de una de estas instituciones. Pero yo como pastor, sabía que esta persona no era un gran dador para su propia iglesia. Entonces allí había una incoherencia. Lo que damos para los demás y para la iglesia siempre debe ser pactado con nuestra conciencia y con Dios. Pero también debemos ser sabios y no olvidar la iglesia a la que pertenecemos.

Hay muchas personas honestas y de gran corazón que se sienten mal pues quisieran ayudar a muchos, pero saben que es imposible y se sienten sinceramente mal, y se preguntan ¿cómo hacer? A este respecto he leído un pensamiento de la madre Teresa de Calcuta que coincide con el mandamiento más importante: “Nunca te preocupes por números. Ayuda a una persona a la vez. Y siempre comienza con la persona que está más cerca de ti.”

¿He tomado mi decisión de no sólo amar a mi prójimo, sino también de ayudarlo? El buen samaritano lo hizo. ¿Me ocupé de mi prójimo, cuando la única ayuda era yo, y no había nadie alrededor o no había nadie que me mirara y reconociera lo que yo estaba haciendo? El buen samaritano lo hizo. ¿Ayudé en verdad cuando no tenía tiempo, porque estaba ocupado con otras cosas? El buen samaritano lo hizo. ¿He amado a mi prójimo, cuando esto significaba cansancio, dificultad, suciedad o hasta asquerosidad y significaba un esfuerzo de superación? El buen samaritano lo hizo. ¿Agarré coraje, cuando la cosa se tornaba peligrosa y riesgosa, o me fui corriendo a ponerme a salvo? El buen samaritano corrió riesgos. Riesgo de que los ladrones hubiesen estado escondidos acechando a otras posibles víctimas. ¿He ayudado cuando eso me costaba quizás un par de cientos de dólares o más? El buen samaritano lo hizo. ¿Me jugué por mi prójimo, cuando eso significaba comprometerme a futuro? ¿Así como el buen samaritano, le prometió al posadero que, le avise de los otros costos que tuviera?

Vemos estimados hermanos y hermanas que, el auténtico amor al prójimo es mucho más que, ser un poco amables y simpáticos y preguntar cómo estás. ¿Amé a mi prójimo en verdad, hice lo que debía hacer todo aquel que, quiere alcanzar la vida eterna? ¿Qué pasaría, si no fuera así? ¿Si siempre me hubiese rehusado a hacerlo? ¿Si mi amor al prójimo fuera tacaño y pequeño en comparación al del samaritano?
Que Dios nos conceda la sabiduría para dar, pero también la bendición que viene por consecuencia. Amen

Un seguimiento radical que ama a todos

Sermón para el 3er domingo de Pentecostés
Rev. Enzo Pellini

Lucas 9:51-62 (NVI)

51 Como se acercaba el tiempo de que fuera llevado al cielo, Jesús se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén. 52 Envió por delante mensajeros, que entraron en un pueblo samaritano para prepararle alojamiento; 53 pero allí la gente no quiso recibirlo porque se dirigía a Jerusalén. 54 Cuando los discípulos Jacobo y Juan vieron esto, le preguntaron:
—Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para[a] que los destruya?
55 Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió. 56 Luego siguieron la jornada a otra aldea.
Lo que cuesta seguir a Jesús
57 Iban por el camino cuando alguien le dijo:
—Te seguiré a dondequiera que vayas.
58 —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
59 A otro le dijo:
—Sígueme.
—Señor —le contestó—, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

60 —Deja que los muertos entierren a sus propios muertos, pero tú ve y proclama el reino de Dios —le replicó Jesús.

61 Otro afirmó:

—Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de mi familia.

62 Jesús le respondió:

—Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios.


Seguir a Jesús es el tema para hoy. Y tengo dos preguntas, 1) ¿Cómo se hace para seguir a Jesús, y 2) ¿Cómo sé que estoy efectivamente siguiendo a Jesús? Esperamos poder responder estas dos preguntas al final de este mensaje.

Recuerdo que cuando estudiaba teología en la universidad, había una materia que se llamaba homilética que significa predicación. Una vez uno de los profesores nos dijo que cuando uno predica no hay que dar recetas. Se refería que no teníamos que decirle a nuestra audiencia cuáles son las cosas que debemos de hacer en nuestra vida cristiana. Durante mucho tiempo esto no me gustó, pues pensaba: qué mejor que quien predique pueda guiar a la congregación a partir de la vida con sugerencias prácticas. Aparentemente la idea de este profesor era que debíamos interpretar el texto sucintamente y dejar que cada persona pudiera sacar sus propias conclusiones sobre su aplicación práctica. En cierto sentido me parecía bien, pero también me parecía que para eso cualquiera podría hallar un comentario bíblico y encontrar una explicación acerca de la lectura de la Biblia. Con el tiempo tuve muchos otros profesores en esta misma materia y uno de ellos dijo: ‘Cuando prediques no comentes el texto, sólo predica’. Y predicar significa dar una explicación sencilla y a la vez práctica de lo que significa el texto del domingo para mi vida aquí y ahora. Y eso sí es muy práctico.

¿Qué significa el texto para hoy, para mi vida aquí y ahora?

Dos palabras importantes se desprenden de aquí:
1) Jesús les pide a sus discípulos un seguimiento radical, es decir un seguimiento completo. Y es muy probable que se lo esté pidiendo a cada uno de nosotros también. Queremos ser discípulos de Jesús. Ser discípulos de Jesús y seguirle es una y la misma cosa. Quizás no tengamos las aptitudes para predicar o trabajar directamente en una iglesia, pero sí es seguro que tengas muchos otros talentos más que puedes usar para Dios, y en tu vida de todos los días reflejar tu ser cristiano, aunque tu trabajo no tenga nada que ver con la iglesia. ¿Cuál es la manera de darnos cuenta cómo seguir a Jesús? Que cada cosa que hagamos en nuestras actividades o en nuestro diario vivir todo lo podamos hacer para la gloria de Dios, hacerlo de la mejor manera como una ofrenda a Él y ser agradecidos a Dios por todo lo que somos capaces de hacer. Y que cada cosa que hagamos, lo hagamos en nombre de Jesucristo. No importa que seas un jubilado, o no importa la profesión que tengas pero que cada cosa que emprendas lo hagas en su nombre. Mi oración a la mañana es siempre, ‘Señor, sé que no soy un cristiano ejemplar, pero todo lo que haga en este día quiero hacerlo en tu nombre y para tu gloria. Sostenme y ayúdame en este día para poder agradarte y poder sentirme bien’. Cuando hago esta oración recién puedo saltar de la cama con confianza.
La segunda palabra importante para el día de hoy es
2) Seguirlo a Jesús no importando si los demás lo siguen a Jesús o no, incluso si están rechazando a Jesús totalmente o incluso burlándose de mi vida de fe. Y en ese sentido Jesús nos pide amar a los demás. “—Señor, ¿quieres que hagamos caer fuego del cielo para que los destruya? Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió”. Jesús les muestra a sus discípulos que no debemos gastar energías en perseguir, atacar, o criticar a gente que no quiere seguirlo.
Una vez un pastor en me dijo a este respecto: “Yo no corro detrás de la gente que no quiere saber nada con la iglesia; más bien empleo mi energía en aquellos que tienen interés por la palabra de Dios y la iglesia”. Al principio me sonaron duras estas palabras, pero con el tiempo descubrí su intención. En eso también radica el amor al prójimo. En poder vivir amando a un mundo alejado de la palabra de Dios e incluso pecador, es decir que rechaza la vida a partir de la palabra de Dios, pero poder aún así amar a nuestro prójimo y aceptarlos, así como son. Pero si alguna vez alguien nos pregunta, por qué crees lo que crees, o porque te comportas de la manera que lo haces, poder decirle con valentía: ‘Lo hago porque creo en Dios y en su palabra que es una guía para mi vida’. Cosecharemos más personas al ver como vivimos nuestra vida de fe que, insistiéndoles que deben cambiar su manera de vivir.

Jesús pide de sus discípulos un seguimiento radical, lo mismo nos pide a cada uno de nosotros. También nos dice que seguirlo, aún hoy en día en nuestra sociedad puede no ser fácil: —“Te seguiré a dondequiera que vayas.
58 —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. Jesús está queriendo decir que en la vida cristiana—y esto no va solo para los misioneros o predicadores sino para la vida de cualquier cristiano, las cosas no puedan resultar tan cómodas. Pero a la larga la recompensa será grandiosa y esta recompensa comienza ya aquí en esta tierra. Jesús quiere decir que seguirlo a él no debe ser sólo de la boca para afuera, sino que implique un compromiso total.

Seguirlo a Jesús implica tener amor por su palabra la Biblia, no amor al libro en sí mismo, sino a lo que contiene que es la palabra de Dios, y es una alternativa de valores a veces opuestos a la sociedad, y el querer comprometerse con estos valores.
Seguirlo a Jesús implica que vamos a tener necesidad por la oración, vamos a tener necesidad de hablar con Dios en todo momento. La persona que aún no tenga esa necesidad necesitará encontrarla en una relación con Dios.
Seguirlo a Cristo implica tener la disposición de dar testimonio. Y como dije para esto no necesitamos ser predicadores sino comportarnos con un tipo de integridad de valores distintos delante a la de los no creyentes. Si aún no tenemos este tipo de inclinación lo podemos también encontrar.
Seguirlo a Jesús implica que pondremos a la iglesia, es decir la necesidad de reunirnos con otros para compartir la palabra y el sacramento en comunión, como una necesidad semanal. Si esto aún no lo tenemos o comprendemos también somos invitados a descubrirlo.
¿Por qué seguirlo a Jesús implica todas estas cosas?, pues Cristo es la única fuente de vida válida y poderosa para nuestras vidas. Y esa es la única manera en que podemos ser nutridos del Espíritu Santo para poder vivir nuestras propias vidas.

El transitar con Jesús es la única fuente vital para nuestra vida. Esta vida tampoco puede quedar oculta. Otras personas deben percibir lo que tenemos.
Una persona que se haya vuelto a Jesús, lo demuestra en su vida por medio del amor, que se mostrará por su conducta hacia Dios y hacia la gente, incluso hacia la gente que rechaza a Dios y a su Palabra.

Ahora que hemos podido contestar a la pregunta de si estamos siguiendo a Jesús, ¿Estamos seguros de que lo estamos siguiendo a él? Y si no es así, le podemos decir: ‘Señor, no sé exactamente cómo hacer para seguirte y comprometerme de la manera que a ti te agradaría, pero es mi deseo hacerlo, dame la fuerza para llevarlo a la práctica y en ese proceso ayúdame a mantenerme humilde delante de los demás que aún no te siguen y poder amarlos como a ti te gustaría’.
Amén.

Protected by God We Can Witness

Rev. Enzo Pellini
Luke 8:26-39
 
26 Jesus and his disciples sailed to the area of the Gerasenes across the lake from Galilee. 27 When Jesus stepped on shore, he was met by a man from the town. The man was controlled by demons. For a long time he had not worn clothes or lived in a house. He lived in the tombs. 28 When he saw Jesus, he cried out and fell at his feet. He shouted at the top of his voice, “Jesus, Son of the Most High God, what do you want with me? I beg you, don’t hurt me!” 29 This was because Jesus had commanded the evil spirit to come out of the man. Many times the spirit had taken hold of him. The man’s hands and feet were chained, and he was kept under guard. But he had broken his chains. And then the demon had forced him to go out into lonely places in the countryside.
 
30 Jesus asked him, “What is your name?”
 
“Legion,” he replied, because many demons had gone into him. 31 And they begged Jesus again and again not to order them to go into the Abyss.
 
32 A large herd of pigs was feeding there on the hillside. The demons begged Jesus to let them go into the pigs. And he allowed it. 33 When the demons came out of the man, they went into the pigs. Then the herd rushed down the steep bank. They ran into the lake and drowned.
 
34 Those who were tending the pigs saw what had happened. They ran off and reported it in the town and countryside. 35 The people went out to see what had happened. Then they came to Jesus. They found the man who was now free of the demons. He was sitting at Jesus’ feet. He was dressed and thinking clearly. All this made the people afraid. 36 Those who had seen it told the others how the man who had been controlled by demons was now healed. 37 Then all the people who lived in the area of the Gerasenes asked Jesus to leave them. They were filled with fear. So he got into the boat and left.
 
38 The man who was now free of the demons begged to go with him. But Jesus sent him away. He said to him, 39 “Return home and tell how much God has done for you.” So the man went away. He told people all over town how much Jesus had done for him.
 
***
Today we are once again touching on a topic that has to do with the spiritual aspect or the spiritual dimension. Last Sunday we talked about the Holy Spirit and the Trinity, as the invisible reality of God. Today we talk about invisible and spiritual things as well, but in this case, they do not have to do with the things of God, but rather with Satan.
 
It is a little bit complicated nowadays to talk about Satan, or the devil, or the demon, in our highly materialistic and scientificist society that wants nothing to do with the spiritual or non-visible dimensions. And at the same time with a society so proud of the technological and scientific achievements of the human being, where many believe that this already surpasses everything that has to do with what is not measurable or not scientifically verifiable, call it faith and all spiritual things.
 
For me as a pastor, it is difficult many times to have to preach these topics, because we are dealing, as I said, with this situation. And even sometimes it is also difficult and sad to have to see how there are even preachers who do not believe in this biblical reality at all and seem to stand on the same ideas as non-believing society, even sometimes ridiculing or belittling the aspect of faith and spirituality in other ministers.
I have even known preachers who deny this aspect, emphasizing that the essence of Christians should only be to help socially as an exercise of neighbourly love, (which is very good, that is the second part of the Greatest Commandment; Mt 22:37-40) but they forget the first part, that is worshiping God in spirit and in obedience to his Word. And so many churches even come to not distinguish at all from a social assistance work, for example.
But as on every Sunday I will try to preach the message that has been entrusted to me.
 
Today’s story leads us to a wild and indomitable man who was possessed by a legion of demons. And what we will notice is that the Lord Jesus Christ has full dominion over this issue. Not only at that time, but he has it now in our days as well.
Of course, this demoniac was an extreme case, but nonetheless, it is a warning of what it would mean for human beings to perish under the power of sin and Satan. And this will be so, unless they are delivered by Christ (Eph 2:2) (Col 1:13).
 
Once the demons left the man, the change was radical. Now he was with Jesus “He was sitting at Jesus’ feet. He was dressed and thinking clearly.” No one had dreamed of getting anything like this from this man. And it is that the power of the Lord Jesus Christ reaches where neither the government, nor social workers, nor psychiatrists, nor family, nor friends can reach. Nobody before had managed to make this man at peace with himself and with his fellow people.
 
The same thing happens today. There are people who, like the possessed person in the story, end up in that state, and there are others who, to a lesser degree, also have similar problems.
 
The gospel inform us of the fact that a person can be enslaved by more than one demon at the same time (Mt 12:45) (Mk 16:9), but this case is unique. What is it trying to teach us?
In the same way that the Roman Empire had managed to conquer Israel through its legions, (each legion comprised of an absolute total of 10,000 soldiers) this miserable man was totally occupied and dominated by the demonic forces that kept him in a situation of oppression and death. We note then that the purpose of the devil towards the human being is of a military type: ‘to conquer and dominate’. That is, getting away from fellowship with God, getting away from church, getting away from Sunday worship, getting away from the sacrament with brothers and sisters, getting away from daily personal devotion, through our prayer, our reading of the Bible, our praise, everything that truly builds and strengthens our own spirit. In this way the devil manages to have a spiritual control over our being that makes us unable to feed our spirit through the means of grace. This, over time, makes us weaken spiritually and completely and also physically, because the spirit has control over our entire being.
 
How do we feel when we hear this words? Do we accept it or do we reject it? This is part of our spirituality. In the same way that we preach and confess the Holy Spirit, and say “I believe in the Holy Spirit” as the invisible presence of God, in the same way we have to be aware that the Bible teaches us too: Put on all of God’s armor. Then you can remain strong against the devil’s evil plans.  Our fight is not against human beings. It is against the rulers, the authorities and the powers of this dark world. It is against the spiritual forces of evil in the heavenly world. (Eph 6:11-12)
 
What does this mean? What does it mean to put on the armor of God? You see that here again, now the apostle in the New Testament, uses military language, he says armour. An armour was used in ancient times to protect oneself, in a hand-to-hand fight.
Why Satan wants to fight? Because he wants to destroy us. He wants to destroy the fellowship we have with God. And our question this morning: How can we best resist the devil in this 21st century world? Resisting the devil in the best way is as Martin Luther also tells us in still updated words: “The word of God and prayer are the best weapons. Whoever serves these, the angels will be by their side.
 
At Christmas, every year, we like to represent the Christmas scene and include angels in it. The children dress as angels. The angels existed and exist, they are a reality. Angels behave mostly as messengers of God, sometimes as protection, spiritual beings of God. If angels exist, they can help us because they are sent by God, we know that they are spiritual beings who, as they please, can make themselves visible as well.
In the same way there are spiritual beings that are not of God that we call evil spirits or demons. Those are the ones who desperately asked to get out of the body of the demon-possessed when Jesus stood in front of them. Those also exist.
How significant it is that when many times in our society there are many who deny or ridicule the belief in God, in Jesus, in the spiritual, in the Bible, according to the story, the same demons, instead, did recognize Jesus as the Son of God. That is one more proof of the existence of God and Christ and of the spiritual world.
 
“Return home and tell how much God has done for you.” So the man went away. He told people all over town how much Jesus had done for him.
This is what Jesus said to the exorcised, to the restored, to the healed.
We are healthy, restored by Christ, badly or well we want to take care of our fellowship with God, because it is the only thing that will fully hold us.
We strive, with our strengths and with our weaknesses, we do our best. Jesus calls us to take care of that fellowship with him. And tell others about our struggles, but also about our new life in Christ and the protection we make of our faith in Him before an indifferent or unbelieving world.
 
Amen.

Protegidos por Dios podemos dar testimonio

Lucas 8:26-39

Rev. Enzo Pellini

El endemoniado gadareno

Arribaron a la tierra de los gadarenos, que está en la ribera opuesta a Galilea. 27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, endemoniado desde hacía mucho tiempo; no vestía ropa ni habitaba en casa, sino en los sepulcros. 28 Al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz:

—¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.

29 (Jesús le ordenaba al espíritu impuro que saliera del hombre, pues hacía mucho tiempo que se había apoderado de él; y lo ataban con cadenas y grillos, pero, rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a los desiertos.) 30 Jesús le preguntó:

—¿Cómo te llamas?

Él dijo:

—Legión.

Muchos demonios habían entrado en él 31 y le rogaban que no los mandara al abismo. 32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejara entrar en ellos. Él les dio permiso. 33 Entonces los demonios salieron del hombre y entraron en los cerdos, y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó.

34 Los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron y dieron aviso en la ciudad y por los campos. 35 Y salieron a ver lo que había sucedido; vinieron a Jesús y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. 36 Los que lo habían visto les contaron cómo había sido salvado el endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se alejara de ellos, pues tenían gran temor. Entró, pues, Jesús en la barca y se fue. 38 El hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que lo dejara quedarse con él, pero Jesús lo despidió, diciendo:

39 —Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo.

Él, entonces, se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.

***

En el día de hoy estamos otra vez tocando un tema que tiene que ver con el aspecto o la dimensión espiritual. El domingo pasado hablábamos acerca del Espíritu Santo, la Trinidad, como realidad invisible de Dios. Hoy hablamos de cosas invisibles y espirituales también, pero en este caso no tienen que ver con las cosas de Dios, sino más bien con Satanás.

Resulta un poco complicado hablar en nuestros días acerca de Satanás, o del diablo, o del demonio, en nuestra sociedad altamente materialista y cientificista que nada quiere tener que ver con las dimensiones espirituales o no visibles. Y al mismo tiempo con una sociedad tan orgullosa de los logros tecnológicos y científicos del ser humano donde muchos creen que esto ya supera todo aquello que tenga que ver con lo no mensurable o no comprobables científicamente, llámese la fe y todas las cosas espirituales.

Para mí como pastor es difícil muchas veces tener que predicar estos temas, pues estamos lidiando como dije con esta realidad y hasta a veces también es difícil y triste tener que ver como hasta hay también predicadores que para nada creen en esta realidad bíblica y parecen transitar por las mismas ideas que la sociedad no creyente, incluso hasta veces ridiculizando o menospreciando el aspecto de la fe y la espiritualidad en los cristianos.

He sabido de hasta predicadores que niegan este aspecto acentuando que la esencia de los cristianos debe ser únicamente el ayudar socialmente como ejercicio del amor al prójimo, (que está muy bien, esa la segunda parte del mandamiento mas importante) pero se olvidan de la primera parte que es la adoración a Dios en espíritu y en obediencia a su Palabra. Y así llegan incluso muchas iglesias a no diferenciarse para nada de una obra de asistencia social, por ejemplo.

Pero como en cada domingo voy a intentar predicar el mensaje que se me ha encomendado.

El relato para hoy nos conduce a un hombre agreste e indomable que estaba poseído por una legión de demonios. Y lo que notaremos, es que el Señor Jesucristo tiene pleno dominio sobre esto. No sólo en ese momento, sino también lo tiene ahora también en nuestros días.

Por supuesto que este endemoniado era un caso extremo, pero con todo, es una advertencia de lo que significaría para los seres humanos perecer bajo el poder del pecado y Satanás. Y esto será así, a menos que sean liberados por Cristo (Ef 2:2) (Col 1:13).

Una vez que los demonios salieron del hombre, el cambio fue radical. Ahora estaba con Jesús “sentado a los pies de Jesús, vestido y en su cabal juicio“. Nadie había soñado con conseguir algo parecido de este hombre. Y es que el poder del Señor Jesucristo llega allí donde ni el gobierno, ni los asistentes sociales, ni psiquiatras, ni familia, ni amigos pueden llegar. Nadie antes había conseguido que este hombre estuviera en paz consigo mismo y con sus semejantes.

Lo mismo sucede en nuestros días. Hay personas que como el endemoniado de la historia llegan a estar en ese estado, y hay otras que en menor grado también con problemas similares.

Los evangelios nos informan del hecho de que una persona puede estar esclavizada por más de un demonio al mismo tiempo (Mt 12:45) (Mc 16:9), pero este caso es singular. ¿Qué nos intenta enseñar?

De la misma manera que el Imperio Romano había conseguido conquistar Israel por medio de sus legiones, (cada legión comprendía de un total absoluto de 10.000 soldados) este miserable hombre se encontraba totalmente ocupado y dominado por las fuerzas demoníacas que lo mantenían en una situación de opresión y muerte. Notamos entonces que el propósito del diablo para con el ser humano es de un tipo militar: ‘conquistar y dominar’. Es decir, alejarnos de la comunión con Dios, alejarnos de la iglesia, alejarnos de la adoración del día de reposo, alejarnos de la Santa Cena con hermanos y hermanas, alejarnos de la devoción personal diaria, por medio de nuestra oración, nuestra lectura de la Biblia, nuestra alabanza, todo lo que en verdad edifica y fortalece nuestro propio espíritu. De esta forma el diablo logra tener un control espiritual sobre nuestro ser que hace que nos veamos imposibilitados de alimentar nuestro espíritu por medio de los medios de gracia. Esto, con el tiempo hace que nos debilitemos espiritualmente del todo y también corporalmente pues el espíritu tiene el control sobre todo nuestro ser.

¿Cómo nos sentimos cuando escuchamos esta palabra? ¿Lo aceptamos o sentimos rechazo? Esto es parte de nuestra espiritualidad. De la misma forma que predicamos y confesamos al Espíritu Santo, y decimos “Creo en el Espíritu Santo” como presencia invisible de Dios, de la misma manera tenemos que ser conscientes de que la Biblia nos enseña: Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo. 12 Porque nuestra lucha no es contra seres humanos, sino contra poderes, contra autoridades, contra potestades que dominan este mundo de tinieblas, contra fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales. (Ef 6:11-12)

¿Qué significa esto? ¿Qué significa vestirse con la armadura de Dios? Ustedes ven que acá otra vez, ahora el apóstol en el nuevo testamento utiliza un lenguaje militar, dice una armadura. Una armadura se usaba en los tiempos antiguos para protegerse, en una lucha cuerpo a cuerpo.  ¿Por qué porque Satanás quiere luchar? Porque quiere destruirnos. Quiere destruir la relación que tenemos con Dios. Y nuestra pregunta en esta mañana: ¿Cómo podemos resistir al diablo de la mejor manera en este mundo del siglo XXI? Resistir al diablo de la mejor manera es como también nos dice Martin Lutero en palabras aún válidas: “La palabra de Dios y la oración son las mejores armas. Quien sirva a éstas, los ángeles estarán a su lado”.

En Navidad, cada año, nos gusta representar el pesebre navideño e incorporamos ángeles en el mismo. Los niños se visten de ángeles. Los ángeles existieron y existen, son una realidad. Los ángeles se comportan mayormente como mensajeros de Dios, a veces como protección, seres espirituales de Dios. Si los ángeles existen, pueden asistirnos porque son enviados por Dios, sabemos que son seres espirituales que, según les plazca pueden hacerse visibles. De la misma manera hay seres espirituales que no son de Dios que llamamos espíritus del mal o demonios. Esos son los que pidieron salir desesperadamente del cuerpo del endemoniado cuando Jesús se paró enfrente. Esos también existen. Qué significativo es que cuando muchas veces en esta sociedad hay muchos que niegan o ridiculizan la creencia en Dios, en Jesús, en lo espiritual, en la Biblia, según el relato, los mismos demonios en cambio, sí reconocieron a Jesús como el Hijo de Dios. Eso es una prueba más de la existencia de Dios y Cristo y del mundo espiritual.

“Vuélvete a tu casa y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo.

Él, entonces, se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él”. Así le dijo Jesús al exorcizado, al restituido, al sanado.

Nosotros estamos sanos, restituidos por Cristo, mal o bien queremos cuidar de nuestra relación con Dios, pues es lo único que nos sostendrá integralmente. Nos esforzamos, con nuestras fortalezas y con nuestras debilidades, hacemos lo posible. Jesús nos llama a cuidar de esa comunión con él. Y contarle a los demás de nuestras luchas, pero también de nuestra nueva vida en Cristo y de la defensa que hacemos de nuestra fe en El ante un mundo indiferente o no creyente.

Amen.

God Loves Our Praise

Sermon for the 7th Sunday of Easter- 05/29/2022
Rev. Enzo Pellini
Acts 16:16-34

16 Once when we were going to the place of prayer, we were met by a female slave who had a spirit by which she predicted the future. She earned a great deal of money for her owners by fortune-telling. 17 She followed Paul and the rest of us, shouting, “These men are servants of the Most High God, who are telling you the way to be saved.” 18 She kept this up for many days. Finally Paul became so annoyed that he turned around and said to the spirit, “In the name of Jesus Christ I command you to come out of her!” At that moment the spirit left her.

19 When her owners realized that their hope of making money was gone, they seized Paul and Silas and dragged them into the marketplace to face the authorities. 20 They brought them before the magistrates and said, “These men are Jews, and are throwing our city into an uproar 21 by advocating customs unlawful for us Romans to accept or practice.”

22 The crowd joined in the attack against Paul and Silas, and the magistrates ordered them to be stripped and beaten with rods. 23 After they had been severely flogged, they were thrown into prison, and the jailer was commanded to guard them carefully. 24 When he received these orders, he put them in the inner cell and fastened their feet in the stocks.

25 About midnight Paul and Silas were praying and singing hymns to God, and the other prisoners were listening to them. 26 Suddenly there was such a violent earthquake that the foundations of the prison were shaken. At once all the prison doors flew open, and everyone’s chains came loose. 27 The jailer woke up, and when he saw the prison doors open, he drew his sword and was about to kill himself because he thought the prisoners had escaped. 28 But Paul shouted, “Don’t harm yourself! We are all here!”

29 The jailer called for lights, rushed in and fell trembling before Paul and Silas. 30 He then brought them out and asked, “Sirs, what must I do to be saved?”

31 They replied, “Believe in the Lord Jesus, and you will be saved—you and your household.” 32 Then they spoke the word of the Lord to him and to all the others in his house. 33 At that hour of the night the jailer took them and washed their wounds; then immediately he and all his household were baptized. 34 The jailer brought them into his house and set a meal before them; he was filled with joy because he had come to believe in God—he and his whole household.



With the coming of Jesus, a new agreement has been installed between God and humanity. In that new covenant it is clear that there are things that have been renewed and there are things that have been clarified for many. That revelation has come to the people of Israel first of all, and then to the entire known world, including us today and here as well.

One of the things that we have to be clear about is what the presence of the risen Christ means among us. He is the only and the supreme:
“I am the Alpha and the Omega, the First and the Last, the Beginning and the End.” (Rev 22:13).
In addition, it shows us that only in unity with him all Christians can be like the Father and He:
“I have given them the glory that you gave me, that they may be one as we are one” (Jn 17:22).
This will be a visible sign of those who belong to Christ.
The reading of Revelations tells us that he is the supreme authority and only source of power.
“The Spirit and the bride say, “Come!” …Let the one who is thirsty come; and let the one who wishes take the free gift of the water of life.” (Rev 22:17)

Two interesting topics emerge from today’s reading of the book of the Acts of the Apostles. A fortune teller who allegedly had a kind of power and the power of God manifested through an earthquake. Two types of supernatural powers.

The power of the Holy Spirit of God is present on this earth and wants to bless us, help us, comfort us. The power of the Holy Spirit of God cannot be denied. It is part of the reality of God.
In this new covenant, with the arrival of Christ on earth we want to witness that God is present more than ever among his people. He just wants us to focus on him. That we put the true God in the first place of our lives, that we worship only him. Let us discard any other power that, although supernatural, does not belong to God. May we have the ability to distinguish that there are powers on this earth that are not of God! There are the powers of darkness and the powers of light and that as Christians we must know how to distinguish them, just as Paul did.
The miracle in that prison can also teach us believers more things.
I don’t know if this has happened here, but we know of many healers, quacks, fortune tellers, psychists, seers, etc. People who apparently possess a supernatural power that allows them to perform supernatural acts. Have you heard about these? Even many people in our churches also have these types of connections and have even gone to these kinds of people. Is this true, do these people have powers like the fortune teller girl in the story? I would say yes. I myself have evidenced people who have displayed these powers. What is Paul’s reaction to that fortune teller? Paul told her:
“In the name of Jesus Christ I command you to come out of her!” That means two things that the girl actually had a power. And secondly, that power did not come from God, because Paul had to exorcize a demonic spirit from her. That shows us that there are people who have that power on earth. The question is where does that power come from? We see that power is not from God. So, Paul wants to make this clear. Not necessarily all the powers we see on earth come from God. And especially when we think of these healers or fortune tellers or any other kind. We have to be clear about that. There are many people who go to these personalities, even Christian people, sometimes. And there we are mixing with things that are not of God. That does not bring blessing.
So, Paul makes it very clear that there are supernatural powers, but not all of them come from God.

Then we see another case of another power. The power of God manifested in praise, thanks and faith. It is a supernatural power that can miraculously modify natural things. But that power does come from God. God wants to show that he is present in the world supernaturally helping his children, those who believe, trust and focus their praise on him.

How is it that Paul and Silas could sing in such a situation? In truth, there is only one answer: Paul and Silas could sing in this situation because, despite all the misfortunes, they still had reason to! They felt confident of God’s care and grateful to be able to announce the good news about him.

We believers can sing at all times, through thick and thin. When we are sad and when we are happy. Because no necessity can destroy the victory of Christ that was shown at Easter and the bond of baptism that assures us: ‘You are my children; I will take care of you forever’. In this life we will have to suffer, but we must not despair, because our souls are safe in Christ Jesus and will not suffer any harm. Whoever suffers will still be able to sing and praise God; whoever despairs will not be able to do it. Singing releases our fears, it affirms our trust in God. Praise through singing is something that greatly pleases God because it shows a strong confidence. Shall we sing at home? Of course. Let’s try worshiping God by singing at home too. We will be surprised at the outcomes. We don’t have a good voice? it doesn’t matter, the most important thing is what comes genuinely from the heart.

Paul and Silas were not desperate. They could stand by their faith and confidence. They knew that even in prison they were under God’s care. That is why they were grateful for the situation they were experiencing. They were happy to have the privilege, to bear witness to Jesus. The prayer and praise with songs pierced the ears of other prisoners and reached their hearts. And the supernatural, miraculous power that came from God by being called upon confirmed that faith. That manifestation made the jailer himself, with his whole family, reach faith and be baptized. In the same way God wants to manifest himself in our lives as believers. He has a lot to give us, to bless us, to show us, he just wants us to focus on praise, worship, gratitude and our confidence that tells us despite life, I am here and I want to improve your life and give you the strength that is lacking and even show others the power of God in your own life.

We always ask God for miracles and the manifestation of his presence in our lives. Today God gives us a clue through his word about what could be the things that we could offer him: our thanks no matter what our situation is, our praise through singing no matter what our situation is, and putting him in the first place of our lives, no matter what our situation is, as a sign of our steady worship and full surrender.

Amen

Dios desea habitar en nosotros

Juan 14:23-27
Enzo Pellini

23 Jesús le respondió: «El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir. 24 El que no me ama, no obedece mis palabras; y la palabra que han oído no es mía, sino del Padre que me envió.

25 »Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes. 26 Pero el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, los consolará y les enseñará todas las cosas, y les recordará todo lo que yo les he dicho.

27 »La paz les dejo, mi paz les doy; yo no la doy como el mundo la da. No dejen que su corazón se turbe y tenga miedo.

“El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir”. La única condición para la compañía, protección y amor de Dios —lo que, en definitiva, llamamos la bendición de Dios—, es obedecer su palabra. Si decimos que amamos a Dios, entonces debemos probarlo obedeciendo Su palabra, que está contenida en la Biblia.

Una de las primeras cosas que debes hacer para obedecer la Palabra de Dios es creer en esta. Eso se llama fe. Es probar que creo en Dios y quiero creer en Dios. ¿Por qué digo que creo en Dios y digo ‘quiero’ creer en Dios?
La fe es un regalo de Dios. Si podemos creer, tenemos que agradecer a Dios porque eso sucede a través del Espíritu Santo de Dios. Para la mayoría de los que estamos en la iglesia hoy, por lo visto no es un problema decir que creo en Dios, aunque nuestra fe a veces no sea tan grande. Pero, ¿sabes cuántas personas hay ahí afuera que no creen? ¿Sabes cuántas personas no tienen el menor deseo de creer en Dios? Y quizás muchos de ellos mueran sin haber creído en Dios. Por lo tanto, tenemos que estar agradecidos por creer en Dios. Debemos estar agradecidos de haber sido criados en familias cristianas que, perfecta o imperfectamente, nos han llevado a la iglesia y nos han dado la posibilidad de creer en Jesucristo. En el caso de los que han sido confirmados, e incluso bautizados, entonces se convierte en nuestra responsabilidad si nuestra fe crece o cae.

La fe es como una semilla o un retoño. Debemos cuidar que la semilla de fe que se ha plantado crezca y madure como Dios quiere.
Al principio, cuando se planta un árbol, es solo una semilla, y luego se convierte en una pequeña planta que requiere muchos cuidados para que con el tiempo pueda convertirse en un árbol. Lo mismo ocurre con los bautizados. Debemos cuidar esa planta. En la vida de fe, a una edad temprana podemos tener padres, padrinos o una familia cristiana que pueda ayudar. Pero eventualmente cada uno de nosotros debe asumir la responsabilidad de cuidar la planta de la fe.
Esa planta de fe debemos cuidarla con temor y temblor; Porque si no la cuidas, a pesar de haber sido bautizado y confirmado, esa planta puede marchitarse y morir. Y si eso sucede en nuestra vida de fe, la fe se apaga y la persona se aleja de Dios con trágicas consecuencias para su existencia más allá de su vida.

¿Se puede tener fe y dudar de la existencia de Dios? Claro, todos los que tienen fe a veces dudan. Sobre todo cuando estamos pasando por momentos difíciles y preguntamos y sentimos que Dios no nos responde. Y no sólo los cristianos dudan de la existencia de Dios. Aquellos que no creen en Dios también dudan de la ‘no existencia’ de Dios en algún momento de sus vidas. Incluso los ateos, en algún momento, dudan de su “convicción” y dicen, ¿no será que Dios tal vez sí existe?

Una vez conocí a una persona que, quizás en broma, pero no era broma, dijo: “¿Cómo puedes creer en Dios a quien no has visto? ¿Cómo puedes creer en algo que no ves? Hoy me desperté y no vi a Dios. Caminé por la calle y no vi a Dios. Estaba en el estacionamiento y no vi a Dios. ¡Muéstrame que Dios existe! Entonces dije: “No se puede “no creer” en todo lo que no se ve. Hay cosas que creemos que no podemos ver. Y le pregunté: “¿Crees en el amor?” “Sí, por supuesto que creo”. “Pero, ¿cómo puedes creer en el amor si no lo ves? “Bueno, ven a mi casa y te mostraré a mi esposa y verás el amor que nos tenemos”. “Sí, pero no veo el amor, ¿cómo puedes creer en algo que no ves? No tenemos que ver todo en lo que creemos. ¿Podemos ver esperanza? Tenemos esperanza y no queremos perderla; es lo mismo con Dios. Hay otras dimensiones que van más allá de la comprensión de los seres humanos. Esa es la dimensión espiritual; no lo vemos, pero podemos creerlo.

Por eso debemos alimentar nuestra fe con el correspondiente alimento para la fe, que es el alimento espiritual. Este alimento incluye la oración, la comunicación diaria con Dios, la lectura diaria de la Biblia y la participación semanal en comunidad, en una iglesia donde recibimos la Palabra y el Sacramento, el alimento que proviene del Espíritu Santo de Dios. Eso es lo que significa cuidar esa plantita; eso es cuidar nuestra fe para que crezca y crezca, y se convierta en el gran árbol de la fe que Dios quiere para nosotros. Si nuestra vida no hace gala de las bendiciones de Dios, posiblemente sea porque no cuidamos esa planta o no la hemos dejado crecer, o no la estamos cuidando y alimentando con alimento espiritual. Incluso si somos mayores, podemos comenzar a alimentar la planta como Dios lo dispuso. Nunca es tarde para que nuestra fe se convierta en un gran árbol. Y más aún, cuando los jóvenes, como será el caso de nuestros confirmandos dentro de dos semanas, toman este consejo y lo atesoran en su vida como dice la Palabra de Dios: “El que me ama, obedecerá mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y con él nos quedaremos a vivir”. Ese es el mejor consejo que podemos dar a un confirmando. ¿Quieres ver los frutos de Dios en tu vida? ¿Quieres ver la bendición tangible de Dios? Comienza a alimentar la plantita de tu fe tratando de obedecer a Dios.

Había una vez un no creyente, que sin duda era muy inteligente y quería tener todas las explicaciones sobre la posible existencia de Dios. Y hacía preguntas al pastor: ¿Dónde está Dios, en medio de la pobreza, del hambre en el mundo, en medio de esos niños masacrados y mutilados utilizados para la prostitución o el trabajo infantil? ¿Por qué hay sufrimiento, por qué hay enfermedades o guerras? ¿Puedes explicar dónde está Dios ante todo esto? Y así hizo una pregunta tras otra. Este pastor dijo: ‘Bueno, déjame tratar de explicarlo. El hombre dijo: ‘No, no puedes explicar nada, porque no tienes las respuestas, porque Dios no existe, Dios es un invento y nadie puede ver a Dios. “Yo puedo explicarlo –sigue diciendo el ministro– pero primero quiero hacerte una pregunta”. “No, no quiero preguntas—dijo el hombre riéndose—, ¡responde a ‘mi’ pregunta!” Pero déjame hacerte una sola pregunta, ¿puedo? “Bueno, está bien —consintió finalmente el hombre— solo una pregunta”. “Si te respondo claramente y satisfago tus dudas sobre la existencia de Dios en este momento, ¿considerarías creer en Dios y convertirte en cristiano? Y el hombre respondió: “¡¡No, para nada!!!” Ok, dijo el pastor, vamos a tomar un café y no perdamos el tiempo.

Así que mi conclusión es que hay personas en este mundo a las que podemos llamar no creyentes voluntarios. Es decir, no quieren creer, ¡y hacen todo lo posible por no creer! Y los cristianos a menudo dudamos de nuestra fe. Puede suceder que tengamos dudas sobre la existencia de Dios y esto puede ser normal e incluso ser honesto admitirlo. Sin embargo, seguimos adelante y persistimos en nuestra fe; seguimos alimentando nuestra fe a través de la oración, la lectura de la Biblia y la pertenencia semanal a una comunidad de fe, porque estamos decididos a creer en Dios. Y esa es la clase de fe que surge de quien ama a Dios, a pesar de nuestras dudas y limitaciones humanas; damos más crédito a Dios que a todos los que quieren convencernos de que Dios no existe. ¡Y esa es la fe que persevera hasta el final! Esa es la fe que, a pesar de los problemas que quieren bajarnos el ánimo y ponernos tristes, letárgicos, deprimidos o negativos, dice: ¡No!, tengo que cambiar de cara, tengo que cambiar de humor para creer, para poder confiar y declarar como que el Salmo 118: ” Éste es el día que el Señor ha hecho; y en él nos alegraremos y regocijaremos. “. Y estar gozoso, feliz y alegre es parte de la misma experiencia de fe. ¡Queremos decidir sentirnos bien y cambiar nuestros sentimientos, cambiar nuestra forma de pensar, nuestra mentalidad, eso es lo que nos lleva a creer! El que está mentalmente enfermo no puede pensar bien y el que no puede pensar bien no puede creer. Los que no pueden creer no pueden amar a Dios, porque no pueden creer que Él existe. ” Ahora bien, tener fe es estar seguro de lo que se espera; es estar convencido de lo que no se ve…. Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe, y que sabe recompensar a quienes lo buscan.” (Hebreos 11: 1.6)

“Sin fe es imposible agradar a Dios”, reformularía en una forma positiva esto: solo con fe se puede agradar a Dios. La única forma en que podemos hacer feliz a Dios, la única forma en que podemos amar a Dios es a través de nuestra fe en Él.
Oramos para que Dios habite en esta iglesia a través del Espíritu Santo. Además, que Dios pueda habitar en el futuro en la vida de nuestros confirmandos y sus familias. Pero el único requisito es amar a Dios tratando de obedecer Su palabra y teniendo fe; es decir, mantener esa fe a través de nuestra comunión fiel y decidida con Dios . Que Dios llene nuestras vidas y se haga presente en esta casa, la casa del Señor.